PIANO BAR
¿De
dónde salió esa fabulosa idea de “Piano Bar”?
En
casa, domingo en la tarde, destapé una Samuel Adams helada, (una Boston Lager),
la serví en un vaso más helado todavía y prendí mi extraño equipo de sonido,
poniendo en la web, a la que está conectado: “Piano Bar” y ¡sorpresa! conseguí horas
y horas de música que invitaban a libar, cerré el libro de turno que a la sazón
se titula “El espejo del mar” de Joseph Conrad y me dispuse a escuchar, solo a
escuchar.
Estuve
pensando en Conrad, quien vivió, al igual que yo, su juventud en la mar. De
ascendencia polaca, se dedicó íntegramente a la literatura, poco antes de
cumplir cuarenta años. “Jamás un autor de origen extranjero, si exceptuamos a
Nabokov, ha enriquecido tanto la lengua inglesa como Conrad, que legó a la posteridad decenas de novelas y
narraciones magistrales” dice la contraportada.
Asegura
Juan Benet que: “Todo el libro es Conrad, cien por cien, y además, el mejor
Conrad, el que sabía dibujar un hecho del mar con la más perfecta forma
literaria, y el que sabía ilustrar un acontecimiento narrativo con la más
acertada imagen marinera”
Por
supuesto que la cerveza se diluyó y decidí abrir mi apetito con escocés y dio resultado.
Llame por Uber Eat un pedido de comida Tailandesa, que fue confirmado en inglés
por texto, me cobraron a mi tarjeta de crédito y la persona que lo traería se
llamaba Ania e inmediatamente pensé ¡tiene nombre de espía rusa!, propia para
una novela de Daniel Silva del que acabo de terminar “El espía Inglés” y que a
la vez me ha dejado impresionado de las exactitudes geográficas e históricas siendo
la trama absoluta ficción.
Llegó
Ania y la aplicación de mi celular me indicó que venía en un carro japonés Mitsubishi,
hablé con Louis en inglés (y entiendo que es cubano americano de tercera generación)
en el Front Desk en esta suerte de hotel donde vivo, para autorizar la venida
de Ania y ciertamente era rusa, no hablaba español y su inglés con marcado
acento de la Europa Oriental, o sea, del soviet.
Este
es un mundo raro, me refiero a mi mundo y “piano bar” comenzó a sonar con la música
de Ella Fitzgerald como advirtiendo que esto no acaba aquí. Era
un jazz de mi querido New Orleans, era realmente una suerte de “smooth blues”
si acaso cabe el término y recordé a “House of blues” ¡donde era el único que
bailaba! al son de aquellos grupos de vecinos que tocaban, drenando sus
inquietudes.
Era
una barra ovalada, en un sótano de Bourbon Street. Todos de pie y un pequeño escenario
al final, fue una buena época, me divertí mucho mientras me dejaban fumar un
puro y tomar licor.
Es
una buena idea esto de darle al estilo musical el nombre de Piano Bar, porque
allí siempre salen buenas ideas (en los bares con piano) que se transforman con
frecuencia en fresca literatura, es como las imágenes de Conrad con el mar y me considero bendecido, porque ambas imágenes me
pertenecen.
Saludos JR, divertido martes...me gustan tus analogias y premoniciones...saludo afectuoso, me siento bien...
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