Era un día de otoño particularmente crudo y empezaba el siglo XXI. Aparecí portando con orgullo mi uniforme naval de invierno, frente a un campo de honor y dolor y la vista se perdía entre lápidas blancas sembradas sobre una grama inexplicablemente verde y bien cortada. Frente a la tumba del Presidente Kennedy, su esposa y su pequeño hijo neonato, saludé militarmente y el frio cortaba la piel y también el sentimiento. Militares mutilados en sus emociones pululaban por doquier llevando flores a los caídos y mis hijos quienes me acompañaban no comprendían por su corta edad que ese era un campo santo del honor militar y del dolor familiar.
El cementerio de Arlington en Virginia, alberga un gran ejército horizontal de héroes y lo mismo vemos la tumba de un Vicealmirante, que a un marinero, un General que a un soldado, un Capitán que a un sargento y todos tienen algo en común, murieron en algún campo de batalla, defendiendo a su país y a la democracia. Corea, El pacífico, Pearl Harbor, Vietnam, ahora Afganistán o Irak… ¿Qué importa?
El día de la recordación o “Memorial Day” fue instituido en 1868, para honrar a los soldados caídos, en la guerra civil americana y se convierte en día feriado nacional en 1971 y hoy 28 de Mayo, el dolor vuelve a salir a flote, pero el sufrimiento se mitiga al recordarlos y al entender que sacrificaron lo mas preciado, para que nosotros podamos disfrutar de la libertad.
Pero en términos personales, hoy es un día feliz, porque hace mas de veinte anos me estrené como Padre y comencé a comprender al mio. La llamada de atención junto a la felicitación, la reprimenda y el beso, el premio y el castigo, el sostener y forjar la personalidad de un hombre que al final de la ecuación todo termina en la palabra formación para la vida y en la aceptación de haber sido una grata experiencia de humildad y una navegación a ciegas, sin carta ni girocompás que solo el buen criterio debe definir a largo plazo, esperando no conseguir escollos ni peligros y evitando a toda costa la equivocación y ese temporal de olor a lluvia.
Pero la realidad siempre es otra, porque paradójicamente las equivocaciones y los incidentes salvados y enfrentados los llevamos a bordo, como el lastre que ayuda a la altura metacéntrica (los marinos saben bien a que me refiero). Y fui un Padre, un Padre de a ratos, un Padre navegando, para que el pudiera disfrutar de la libertad y la democracia, pero al fin de cuentas, un Padre ausente y ahora culpable de haber perdido tanto tiempo sin su compañía, en una guerra que nunca existió. Pero el juego salió bien porque posee una gran capacidad, tenacidad y carácter que solo a un hombre de bien le es dado.
Yo también fui un hijo con un Padre ausente, por los mismos motivos, pero en mi madurez, me siento pleno de orgullo del servicio de Papá a la Nación. Hoy es un día para recordar a los Padres que se ausentaron y hasta perdieron la vida y a los hijos que les heredan la libertad y el honor… ¡Feliz cumpleaños Roberto!