LA HERENCIA DE UN BUEN COMANDANTE EN
LA MAR
Les
ruego que no enturbiemos la palabra comandante con el incapaz y resentido de Chávez,
en la mar la cosa es otra y en cada camarote de cada buque de guerra al que
visité y miren que fueron muchos y de muchos países, había un cuadro en la
pared que les martillaba la psiquis a ese hombre:
‘’ Solo un Marino conoce hasta qué punto
el Buque refleja la personalidad y habilidad de una persona: su Comandante. Para
el hombre que labora en tierra esto no es entendible, incluso algunas veces
tampoco lo es para nosotros...pero es así. Un Buque en la mar es un mundo
distante y si se consideran las prolongadas y lejanas operaciones que ejecutan
las unidades de la Flota, la Armada debe poner gran Poder, responsabilidad y
confianza en las manos de estos lideres elegidos para ejercer el Comando. En
todo Buque hay un hombre quien, en la hora de la emergencia o peligro en el
mar, no puede acudir a otro hombre; hay un hombre quien es el responsable en última
instancia por una navegación segura, el rendimiento de la maquinaria, el
disparo preciso y de la moral de su tripulación…Él es el COMANDANTE...él es el
Buque. Sus privilegios son ínfimos en comparación con sus obligaciones, no obstante,
el COMANDO es el estímulo que ha proporcionado la Armada a sus líderes. Es el
cargo que en todo tiempo ha merecido el más alto título en el mundo del marino…COMANDANTE.
(Joseph Conrad)’’
En 1984 en el rendesvouz con
las demás armadas de la operación internacional Unitas, Gustavo Sosa Larrazábal,
graduado en Brasil, con la densidad profesional que le caracteriza, saludó por
radio, en perfecto portugués a los brasileros, por supuesto en inglés a los
norteamericanos y a los demás en español y yo lo observaba con admiración y a
esta altura de la vida, debería agregar deleite.
Un año
después Carlos Augusto Ramos Flores, de operaciones navales como yo, prudente,
equilibrado y con un prestigio a prueba de balas, llegó a ser Comandante
General de la Armada. En 1987 llegué para quedarme a la Fragata García F-26, donde
pasé nueve años, bajo el mando de Tito Rincón Bravo, graduado en Annapolis Maryland
USA, ingeniero, maracucho y preparado que llegó a ser Ministro de la Defensa,
le entregó el siguiente año a Julio Chacón Hernández, hombre justo y severo,
porque la justicia requiere severidad, aplomado, amable con sus amigos e
implacable con los lerdos y chismosos, un gran ejemplo para nuestra tripulación,
maniobrista arriesgado y certero y además mi amigo muy cercano y llegó a ser
Comandante General de la Armada. Le recibe Gonzalo Acosta González, un marinero
a carta cabal, decente, amable y simpático, conocedor de la mar y quien ya venía
con el aval de cuatro comandos, cosa que no es normal. Mi querido Gilberto Velásquez
Sibila, quien me enseñó los fuegos de San Telmo al sur de la Tortuga, leído,
habla cinco idiomas y no sé cuántos postgrados tiene, maniobrista preciso,
operativo profundo. Santiago Juncosa Pereira, también graduado en Annapolis, de
operaciones navales, excelente profesional y operativo comprobado y luego mi fraterno
Virgilio Reyes Pineda, académico y marinero, una buena mezcla, profesor de la
Escuela Superior de Guerra Naval, que al retirarse, los Estados Unidos tuvo la certeza
de contratarlo como profesor en el Colegio Interamericano de Defensa en Washington
y si me preguntan ¿quién es el mejor?, por favor sería injusto y esa no es la
pregunta correcta, la que si lo es: ¿y quien se aprovechó de todos esos talentos?
Fui yo, el mas agradecido, el que mas los admira y les considera, gracias,
queridos maestros.
Que
privilegio el mío, que maestros de excepción tuve, que prestigio he heredado de
todos.
PD: a esta edad y con casi 20 años de retirado, la única
intención de este escribidor es que los pendejos seguidores del desastre, entiendan
que el orgullo que todos sentimos por haber operado a profundidad nuestras plataformas
navales, no lo pueden entender ellos, vendiendo pollos en mercados populares.
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