CANJE DE
SOLEDADES
Si,
con los nuevos amores, intercambiamos, canjeamos nuestras soledades, pero también
nuestras felicidades.
Yo
no te necesito para ser feliz, créanme, que no necesito a nadie para serlo y
esta actitud puede sonarles poco menos que impertinente, pero no es así, porque
ahora paso a explicárselos: de acuerdo al psicólogo Walter Riso, el amor eterno
dura algo más de ciento ochenta días y yo creo que es así, mejor dicho, no lo
creo, lo aseguro porque lo he puesto a prueba, entonces la pregunta no se hace esperar:
¿y para que buscamos otra relación?
Me
llama mi partner Jesús, que no es el de Nazaret, sino un gran pecador y
excepcional relacionista público, para decirme que había comprado mi más
reciente novela en Amazon y se consiguió con mis ocho libros, pero que había uno
que le llamo mucho la atención, me refiero a “Esto también pasará, entendiendo
los traumas del divorcio”
-¿En
qué tiempo escribes tanto?, ¿tú no trabajas?, ¿tú no haces más nada?
-Si
Jesús, trabajo y hablo por teléfono, hago ejercicios a diario, me baño, llego
temprano a mi oficina, a veces navego a vela, juego golf los miércoles y además
trato de tener todo el sexo que pueda, ¿Por qué?; y simplemente no me contestó,
porque infiere que le miento.
Yo
soy una persona tan imperfecta, que hasta mi madre me lo ha dicho. Se queja de
mi carácter, pero no puede ser de otra manera, porque soy y seré su hijo
problema. Mis otros hermanos, (a los que ella sin lugar a dudas quiere menos),
esos si son perfectos, profesionales, decentes y amables y la cuidan con denuedo,
pero está muy preocupada porque soy escritor y ella vivió con uno más
disciplinado que yo y entiende del canje de soledades, porque simplemente no se
puede escribir en una discoteca o con pendejos hablándote al lado, se requiere
soledad, la mejor compañía de este bello oficio, de manera que entonces les
pregunto a Ustedes, mis lectores: ¿no creen que es un intercambio, un canje, un
trueque de soledades la imperfecta vida del escritor y la solitaria y
silenciosa vida del lector? ¡Por supuesto que lo es!
Pero
es que la soledad es como los cadáveres a la policía, todos tienen algo que
decir, todos poseen una huella que delata el delito, el abuso y el maltrato de
alguien de la sociedad. Por los momentos, esto de escribir es un placer casi
clandestino, que es como son buenos los placeres, es una zona oscura, sombría
donde algunos se esconden para tapar sus falencias, pero yo no, así soy; y las
que me quieran serán recibidas con toda consideración. Si, esto es una suerte
de placer ventral, abdominal, que es precisamente donde los placeres son más escandalosos.
Cuando
ella viene a visitarme, siempre nos vemos con extrañeza, una encantadora extrañeza
que aviva la invención, que hace explotar las iniciativas, que permite los
espacios individuales, que atascan las palabras, pero que en definitiva es un
excepcional canje de nuestras propias soledades.