“CAFÉ
BOLERO”
Son
patológicos, son dolorosos, con ese halo a sufrimiento, pero ¿sabroso?, no lo
entiendo, pero a la vez me gustan.
Alguna
vez escribí para un periódico local algo titulado así: “La patología del bolero”
en alusión a lo predicho pero mi amigo Eduardo, tenía tiempo hablándome del
lugar y ahora le acuso de no haberme insistido porque entre la rutina a veces
asfixiante, la disciplina autoimpuesta, rigurosa, en oportunidades aburrida
pero siempre fructífera, asisto a los mismos lugares, donde ya me conocen,
donde no pierdo tiempo, donde me dan el trago de acuerdo a mi mal humor, pero
con sonrisas.
Ella,
estaba cumpliendo veinticinco años de haberse graduado de médico y hablé con
Eduardo quien alineó los planetas de manera magistral y quirúrgica y di esa
orden militar que me encanta: “ponte más bella, despampanante, porque esta
noche te daré una sorpresa, saldremos a las ocho” y como siempre, como toda
dama, me ripostó: ¿y cuál es el outfit?, ¿gala, coctel, informal?
Muchos
conocidos para mi sorpresa, es un sitio con una ecotimia tan positiva, que te
hace sentir en casa y apareció Liz, una bella venezolana, amable, servicial,
dispuesta a atendernos con más sonrisas y yo estaba encantado.
Rey,
el extraordinario músico, animador, showmen, pianista, humorista de primera categoría,
también me saludó como si fuéramos viejos amigos y pedí la botella de vino
tinto y comenzó la fiesta, el baño de cultura, de ricura, de sabrosura musical
y ella estaba encantada y yo más.
Café
Bolero, es el sitio al cual me refiero, solo abre los jueves, viernes y sábado y
nadie puede entrar si no tiene una reservación y me temo que el permiso de sus
clientes habituales que ya tienen sus mesas, sus feudos, sus reinados particulares,
es una suerte de cofradía exclusiva y las camareras, forman parte de la casa,
se divierten como nosotros y no paré de reír y de impresionarme, tanto que para
colmo de mi suerte estimando las diez de la noche apareció el muy famoso y talentoso
Meme Solís, y pedí otra botella, porque esto no me lo podía perder.
La
noche transcurrió entre maestros, realmente cantantes de óptimo performance,
todos maduros, todos acariciando la patología del bolero, una dama con voz de ángel
cantaba mejor que Lisa Minelli y no estoy exagerando, mientras Meme la veía con
admiración.
La
Doctora Doris López a quien me temo que pretendo o ella a mi o los dos juntos,
estaba extasiada con ese ambiente de personas maduras con actitud juvenil, ese
ambiente amable, divino que solo se consigue entre gente decente y talentosa.
Fuimos
realmente privilegiados de haber sido aceptados por todos ellos, a todos
abracé, a todos estreché sus manos de cariño, bailamos también y Meme Solís
tomó el piano a un metro de distancia de mi asiento, para recordarme esta cara
de la bella Miami, que me colonizó hace más tiempo del que recuerdo, esa cara
linda de la mágica mixtura del gentilicio miamense que nadie sabe de donde es,
pero todos saben que son de aquí.