UN MÍSIL A
QUEMARROPA
Son
historias hechiceras estas que me ha traído Roberto desde la Argentina. Me
cautivan y me siento a bordo con la adrenalina propia de quien va a perder la
vida en acción.
Mario
Vargas Llosa, Premio Nobel de literatura del 2010, asegura que para que una
historia sea hechicera, nada tiene que ver con la historia sino con el modo, el
estilo, y la forma de contarla y es eso lo que sucede con los libros que el
Padre Roberto, uno de mis confesores (porque tengo varios, ¡así estaré de
pecados!) y amigo, con quien tengo una tertulia intelectual semanal, me hizo
conocer al Capitán de Navío Héctor Bonzo, último Comandante del Crucero General
Belgrano y autor de “1093 tripulantes”. O la “Epopeya del aviso Sobral” cuyo autor es Jorge Muñoz y del cual trataré
de hablarles, porque lo leí el mismo día de recibirlo. “Malvinas, la odisea del
Submarino Santa Fe” de Jorge Bóveda. “Ataquen
Río Grande, Operación Mikado”, también de
Jorge Muñoz y uno espléndido titulado “Desde el Frente” del Contraalmirante
Carlo Robacio.
Que
dicha poder leerlos, que dicha tener al Padre Roberto entre mis amigos, que
dicha que existan escritores protagonistas y ahora voy con este mísil a
quemarropa: las textos prenombrados poseen entre si características que me
hacen pensar; una de ellas es que todos fueron escritos por oficiales de la Marina
de Guerra Argentina, otra que todos fueron veteranos de aquel combate que seguí
minuto a minuto en el año de 1982 cuando estudiaba el tercer año de mi carrera
naval y que procuró algo que nunca más vi y que en aquellos momentos me honró
sobremanera: me ordenaron que le diera al cuarto año de la Escuela Naval una actualización
del desarrollo de los combates. Ustedes podrán pensar que esto no tiene
importancia, pero todo aquel que vivió su época de cadete sabrá sobradamente
que no es usual, lo que ocurre, es que mi novia del momento que estudiaba en el
núcleo de Ingeniería Naval, me traía la prensa internacional, la revista Times
y todo lo que se publicara al respecto en una época donde no habían teléfonos celulares,
ni el internet era de uso normal.
Estando
en la Armada de Venezuela y en servicio activo, propuse tímidamente crear el
Instituto Naval venezolano, al mejor estilo del Norteamericano que es una
referencia para cualquier profesional del mar que se precie, hacer
publicaciones como las que he recibido del Instituto de publicaciones navales
de Argentina y crear una verdadera conciencia, doctrina y orgullo intelectual
por las artes, historias y tecnología naval. No obstante no quiero imaginar en
el país de la envidia y donde el éxito ajeno hiede, los ataques y los mísiles a
quemarropa que recibiríamos los escritores por decir, proponer y discriminar en
las historias las verdaderas causas y consecuencias de las acciones navales.
Estoy
muy contento, tengo nuevos invitados en casa, ¡mis nuevos libros! Y una vez leídos,
ellos mismos buscarán a sus otros dueños que le permitan seguir creciendo,
porque el conocimiento no debe ser estanco, sino, se convertiría en un misil a
quemarropa contra la cultura y la visión de futuro.