OPRESIVAS
DESCRIPCIONES
Claro que podría
describir esos olores, sería muy fácil para cualquier escritor, basta con darle
un poco de color imaginativo y ya usted podría imaginarlo y hasta olerlo, pero
con frecuencia es opresivo, porque los olores o cualquier otra actividad
sensorial, afectarán las emociones si ello (los olores) formaron parte intensa
del vivir.
Recuerdo
que iba a las perfumerías y pedía oler los perfumes femeninos de moda en
aquella época, anotaba los nombres y memorizaba tanto la fragancia como toda la
información que me diera la normalmente mujer dependiente, estudiaba la poca
historia que podía procurarme en aquellos tiempos sin internet y ya, quedaba
guardado para la próxima cacería, donde patearía el ego de la infortunada y le daría
para su asombro una clase del perfume que la subyugaba.
Le
comentaba a Estéfano, un italiano inteligente y loco, piloto de aviones de combate a reacción,
que ahora comprará su propio avión, pero no cualquier avión, sino un hidroavión
y lo acuatizará en el lago frente a su casa, si, le comentaba que no entiendo
porque siempre me levanto tan temprano, me temo que es mi mejor hora, para
meditar, escribir, orar, preparar café, a veces antes de la pandemia salía a
correr como si me persiguiera el mismo diablo, pero hoy, hoy ha sido especial,
porque armado ya con mi tazón café en la
mano, desnudo totalmente como suelo dormir y tan solo con una ajada bata
encima, he salido a mi balcón a ver el amanecer y allí he recibido el golpe del
recuerdo. No todos tienen porque saber que vivo en una isla pequeña y privada,
frente al Puerto de Miami, donde tengo el privilegio de trabajar y ahora
nuestro puerto está lleno de cruceros en cada uno de nuestros terminales, seguramente
con tripulaciones reducidas para atender los más elementales servicios y la
maquinaria auxiliar junto a algunas plantas navales esenciales y hoy tenemos
una alta presión atmosférica que hace del mar una suerte de plato con aceite,
el viento que viene suave del noreste y allí estaba yo, envuelto en un halo opresor,
solo descriptible para un marinero, un olor mixturado entre el escape de los
motores diésel, el salitre, el fierro de sus cascos y cubiertas y ustedes se
preguntaran: ¿aparte del diésel, todo lo demás huele?
Es una
historia de olores recurrente en mi vida. Cuando mi padre venía de sus buques
los fines de semana, perfectamente aseado y vestido con ropa de civil, pues, olía
a buque, olía a lo que yo acabo de oler y que me ha dado motivo para este
escrito y un buen día, luego de una larga operación por el Caribe, que nos tomó
más de veinte días, llegue a casa, aseado, con ropa de civil impecable,
perfumado y mi hijo Roberto me dijo: ¡Papá, hueles a buque!
Hoy he
salido a mi balcón, café en mano y la bahía me trajo ese olor que recrea en mí
y seguramente en cualquier marinero de guerra, una opresiva descripción de un
pasado amable y divertido.
Bernardo Jurado es el autor de “Divinos, luego humanos” y ocho libros más,
todos a la venta en Amazon/Kindle.
Recuerda que los submarinistas son reconocibles dentro de esa "fauna" naval; precisamente, por su olor esoecial. Yo los considero, como en todos los paises,"la crema de las marinas". Con el sniffer de mi avión antisubmarino, los cazaba. Jajaja
ReplyDeleteExcelente apreciado Bernardo, esa sensación es algo único.
ReplyDeleteLeyéndote, vino a mi mente lo afortunado que hemos sido unos pocos en el universo nacional, por haber tenido la oportunidad de conocer la cadena de paraísos naturales que tiene Venezuela al norte. Y, también pocos, los que olfateamos tal cual lo describes, el característico olor de esa mezcla irremplazable que trae el viento: maresía-buque.
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