DOS
CASTIZOS BESOS
Dedicado a Eduardo Capecchi.
In memorian.
Era
un tipo sin igual. Jamás le vi disgustado, ni con una mala manera y miren que
lo conocí y lo venero aun. En mi infancia está siempre presente y jugaba con nosotros, estaba recién casado y
llegaba a casa de mis abuelos que para nosotros era como estar en Disney World
y él era la mayor de las atracciones.
Como
es natural, mi tío Eduardo en algún momento de la tarde tenía que retirarse a
su trabajo y normalmente lo hacía a escondidas para evitar que mi hermano y yo,
entráramos en llanto continuo y permanente de dolor, de despecho porque nos aburriríamos
y corríamos a la ventana al no sentirle en casa y allí estaba, montándose en su
carro y nosotros despechados le gritábamos que no se fuera y siendo un hombre
tan sensible y que nos quería tanto, con los ojos también húmedos nos prometía
que volvería pronto.
Han
pasado casi sesenta años y aún no sé porque le llamábamos “Ucho” y le invité alguna
vez a almorzar en mi buque de guerra con nuestra rival en el cariño de Ucho y allí
fue con ella, con “Ucha” que es su devota esposa. Confieso que intenté sin
mucho éxito, atenderles como si fueran los Príncipes de Asturias, pero es que
mi barco era muy pequeño.
Ucho,
mi tío amado, cuando se enteró que me casaría, lo primero que hizo fue
ofrecerse para regalarme los anillos de matrimonio y así fue. También
conociendo mi amor por los perros, me regaló a Malvina Argentina Capecchi, que
era el nombre del exclusivo ejemplar de Dogo Argentino que reposaba en el
pedigree.
Vestía
impecablemente, era encantador, simpático, inteligente, viajado y con ese don
de gentes que solamente tienen pocos. Vendedor sin igual, jamás conocí a nadie
mejor en las ventas y fue regente de compañías muy importantes como la Mercedez
Benz, la Volkswagen, la Mazda, ¿Qué se yo cuantas cosas hizo mi tío?, pero
fueron muchas.
Hoy
cumpliría cincuenta y seis años de matrimonio con mi tía Beatriz cuyo alias,
como ya les dije es Ucha y siempre tuve y tengo de ellos el beso de cada uno,
dos besos entonces castizos y familiares, porque como Dante escribió: “El amor
mueve al sol y las demás estrellas”; ahora Ucho es uno de mis santos, de mis
vigilantes, de mis asesores, porque siempre lo fue, porque siempre celebró mis
contados éxitos, porque siempre obtuve de él esa palabra de aliento y esa
sonrisa abierta.
Para
Beatriz (Ucha), mujer sin par, de una voluntad proteica, de un carácter de
titanio, de una dulzura como el agua-miel, dedico este escrito de alegría porque
la vida ha pasado, los recuerdos quedan y me temo que cuando él se fue, me he
quedado llorando en la ventana como cuando era un niño.
Feliz
aniversario de bodas mis tíos amados, fueron y siguen siendo un ejemplo de
amor, de unión y cristiandad.
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