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Friday, September 30, 2011

ME VOY PARA PARIS.

ME VOY PARA PARÍS

Yo estuve en París a mediados de los sesenta, cuando vivíamos en Greenwich Inglaterra. Mi Padre quien era un bisoño Teniente de Fragata de la Armada de Venezuela, se post graduaba en las academias navales H.M.S. Excellent y H.M.S. Vernon, en Guerra de minas y artillería. Me llevaron a la ciudad Luz, y nada recuerdo de ella, porque no era mi problema. Mi preocupación primaria era ser un niño feliz y lo logré con el apoyo de mis Padres.
El patio trasero de la antigua casa de adoquines y madera, no era tan grande, su grama era amarilla por el frío, pero tenía un árbol de manzanas, que no eran rojas ni tampoco verdes. Allí en cualquier lugar estaba mi bicicleta, que no era tal, porque era plástica imitando una pequeña motocicleta Vespa. Mi casco de policía Inglés también en plástico en algún lugar de mi imaginación y mi guitarra azul que fue destrozada por las posaderas de algún diplomático quien se sentó encima de ella, por descuido, en el sofá de la sala y que aún debe sentir pena.
A Papá le recuerdo siempre en ese uniforme negro que usamos los marinos en lugares lúgubres, delgado y aun sin treinta años, fumaba esa pipa heredada de mi abuelo, que tenía alguna inscripción en oro y tomaba brandy, mientras surgía ese muchacho salido de las minas de carbón y de la actividad ferroviaria que se hizo tan famoso como los Beatles de apellido Jones que popularizó “star and you” y por ello llamábamos al viejo carro de Papá “el estaranyu”.
Ayer, a altas horas de la madrugada, cuando mi hijo llegó de ser joven y yo escribía, le pregunté cuando se encargaría del negocio de la familia y el me preguntó: Papá y cuál es el negocio de la familia?
Si el exilio me hubiese encontrado desprevenido, sin formación, sin templanza ni fe, no me hubiese podido levantar, porque no es todo lo duro que cuentan, es más severo aun! Y el negocio de la familia es la preparación, la maduración de las ideas y la cultura.
Creen algunos que no voy a París desde los sesenta, pero se equivocan, siempre voy a París. Lo conozco tan bien, que cierro los ojos y camino por Louvre hasta la intersección, cruzo a la derecha, hacia “El rincón de los poetas” y allí está ella, la mixtura de las deidades de la sexualidad Amón e Lisa, que Da vinchi trastocó para nombrar a la Monna Lisa. O la pirámide de vidrio que posee en el número del diablo la misma cantidad de piezas 666.
Las personas que leemos poseemos una vida paralela plena. Ese es el negocio de la familia y está a la orden de mi País cuando los bandoleros de Atila se replieguen y desaparezcan las isóbaras de este mal tiempo que se cierne como nube negra.
Ayer le veía, hinchado, desafiante, arrogante, impulsivo grosero y pretendiendo burlar a la muerte. Asumiendo con el grito de quien no tiene la razón, que el haber sido internado de emergencia no es cierto, porque él no está enfermo, dominó el cáncer que le diagnosticó Fidel.
Debería ir también a París, para dar tan siquiera un descanso a mi pobre País!

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