UNA TARDE AMBAR
Realmente
estaba de ese color. Me asomé a la puerta de vidrio de mi habitación, una
inmensa puerta que comunica mi cuarto con el balcón, todo un privilegio de
atardeceres que me brinda como si fuera propia de una producción de Netflix, si,
y vi que el cielo estaba nublado al oeste y también estaba extrañamente amarillo,
ámbar, tostado, me temo que no podría definir el color y me puse mi viejo short
de navegación, una franela y corrí al borde de la mar para no perderme el espectáculo.
Al
salir, me encuentro con que la inefable alta temperatura del verano ha bajado parcialmente
y lontananza se observaban callados los reflejos de una tormenta eléctrica al
sur este, mucha actividad eléctrica que se encontraba en rumbo de colisión conmigo
y decidí apurarme, buscar el oeste lo mas pronto posible, so pena de que
lloviera.
Todo
parecía surreal, todo poseía un mágico halo misterioso, un viento suave, la
marea muy baja, el tráfico de botes escaso, todo era una postal que vivía de
manera extraña. Las personas me pasaban por el lado con sus tapabocas como si
me encontrara entre murcigleros que ocultaban su identidad, en silencio, en extraño
silencio y la mar como un lago, no levantaba, nada se sentía que no fueran mis
pasos.
Lo
mismo le ocurre a Diosdado Cabello con el supuesto diagnóstico de Covid 19, el
temible coronavirus, si, le ocurre lo mismo que a mí, porque, aunque lo narrado
anteriormente pertenece a la mas absoluta verdad, es probable que usted no me
crea, por parecerle perfecto.
A
Diosdado Cabello, el mofletudo resentido, paria, pillo, lambarero infame y ladrón
de esperanzas, la mitad de Venezuela no le cree y la otra mitad ora con mucha
fe para que sea verdad y que sus escasos cómplices puedan gritar ‘Diosdado vive’
en marcada analogía al ‘Chávez vive’, aunque todos saben que está muerto, menos
ellos.
Yo
no especulo, simplemente me divierto sobre la experiencia de la actuación oscura
de veinte años, que no es poca cosa, pero sobre cada escándalo, anteponen uno
mayor que disipe aun más, el desplome de lo que les queda de reputación y ya sé
que se estará preguntando ¿cuál es el escándalo?, pues, hay varios como el
traslado del testaferro Saab en Cabo verde y que procuró la penosa y rastrera
carta del Canciller Arreaza a la que Cesar Miguel Rondón dedicó un muy
profesional y pragmático editorial, el escándalo de los mas de tres millones de
dólares en carros de exportación que fueron confiscados por el gobierno en el
puerto de Fort Lauderdale o mejor aún, el General o tal vez emperador Vladimir
Padrino amenazando y dictando cátedra de dictadura pura y simple al decir que
nadie más gobernará el país mientras la Fuerza Armada exista y así podríamos seguir
en esta tarde color ámbar.
Mientras
tanto, llego de llenar el pozo de mi inspiración en este atardecer de ensueño y
el país se debate entre creerle a Diosdado o rezar porque sea cierto el a veces
mortal diagnóstico.
Bernardo Jurado
es el Director Ejecutivo de Jurado Grupo Editorial y autor de nueve libros
publicados.
Creo que sería una maravilla que lo mismo Diosdado como Maduro pagaran como sea una fracción de las que han hecho sufrir a esa bendita nación. Fidel no pagó ante un tribunal pero pasó sus años finales apestando por su condición física y por su falta de aseo
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