ROPA VIEJA
Hay
cosas viejas que me gustan, como por ejemplo mis zapatos de correr que me los
cambian bajo amenaza, mis camisas y short de navegación de los cuales tengo prohibición
de usar en tierra, mi vieja gorra comprada en aquella tienda de bagatelas de
Marco Island, si, son cosas viejas y prácticas que me hacen encontrarme con la
verdadera vida fuera de la lámpara infame de los reflectores sociales.
Resulta
que caminaba por la calle del lujoso hotel que rentaron para nosotros en Puerto
Rico. Realmente íbamos caminando con cierto cansancio después de todo un día de
paseo, de encuentro con mi pasado marinero y Caribe, del oler los viejos tiempos
en el Fuerte de San Gerónimo que tiene una importancia histórica y católica inconmensurable,
por cuanto San Gerónimo es uno de los padres de la Iglesia católica que tradujo
el pentateuco del hebreo al latín y el nuevo testamento del griego al mismo
idioma.
Pues
bien, caminábamos y ya el hambre era notable, creo que se me notaba porque se
me quedaban mirando y eran las cuatro de la tarde sin almuerzo y ¡sorpresa! Allí
estaba “Ropa vieja, bar and grill”; sin mediar palabra pedí un vino tinto y Doris
Alicia un Pinot Grillio, acto seguido una ropa vieja con arroz congrí y ella no
recuerdo porque el hambre me nublaba, pero ¡que fuera rápido” o me iba al Mac
Donald más cercano. El joven boricua, simpático como todos ellos sonrió y pude
leerle en los ojos lo que pensaba: “que viejo más pendejo este”, pero cumplió.
Mientras
engullía la inmensa cantidad de comida, llegaron a la mesa contigua un par de especímenes
pálidos, famélicos, vestidos cual raperos pobres y no pude evitar escuchar la conversación
con el mismo mesero cuya cara ya era de molestia: “tantos tontos a la vez son
muchos” y las larvas vecinas comenzaron diciendo lo siguiente: “somos
vegetarianos y queremos comer arroz con habichuelas negras, pero que no hayan
sido cocinadas con aceite de puerco, ¿las tendrán?”
-No
señor, contestó el camarero con amabilidad, todas llevan aceite de puerco,
porque ¿sabe una cosa?, este es un restaurant de carnes, colombiano, puerto riqueño
y lleno de proteínas” y no pude menos
que soltar una escandalosa carcajada de la cual me arrepentí más pronto que
tarde, cuando ambos alámbricos muchachos me vieron con odio.
-¿Entonces
que me recomienda que pida?
-Con
toda seriedad señor, le recomiendo que pida un taxi, porque aquí casi todo hace
daño.
Y
lo volví a hacer, volví a soltar otra carcajada, no obstante pidieron algo así
como plátano salcochado, con arroz sin sal, agua sin hielo y yuca hervida y yo
solamente pensaba en silencio que se tiene que ser bien pendejo para ir a un
restaurant llamado “Ropa vieja” esa mágica mixtura de carme mechada con congrí
y tajadas fritas e intentar comer vegetariano.
Es
como exigir en Burger King un pabellón criollo y de paso poner mala cara cuando
te dicen que allí no lo venden.
El
mundo está lleno cicateros del pensamiento.
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