LA
CONSPIRACIÓN DE LA ESCRITURA
Hace
casi veinte años que decidí ser uno de ellos, de los conspiradores eternos, de
esos que se rebelan contra las formas pero mantienen las de la ortografía,
porque si no, no nos entendieran. Con todo y eso con frecuencia pasa, no nos
entienden o interpretan lo que no es, porque no se comprende el trueque de esas
dos vidas, la del lector y la del escritor.
Cuando
releo mis artículos de prensa de hace diez años o tal vez otros más cercanos,
me doy cuenta que cargaré de por vida con la responsabilidad de haber
destruido, dinamitado, pulverizado las reputaciones de algunos pillos y más que
eso, confieso que me divierte mucho, porque es importante tener algunos
enemigos, todos vengativos, dispuestos a asesinarnos si se le presentara la
oportunidad, pero así son las cosas, porque escribir supone una conspiración,
además supone el crecimiento del alter ego, por cuanto especialmente los
novelistas escribimos cosas que se nos parecen, otros, como Ernest Hemingway,
escribió cosas que vivió, que sufrió, padeció y también que se bebió.
Cuando
cumplimos con ese requisito de ser valientes detrás del ordenador, que a veces
es visto como una cobardía, simplemente recuerdo a Benavente en cuanto al
sentido común.
Mi madre ya
se ha acostumbrado a mis letras, ella se aterrorizaba, se ruborizaba de los asertos,
las denuncias, las acusaciones y nada
veladas opiniones sobre los tiranos y sus pillos consumidores de la decencia,
pero a lo que vamos, que se acaba el papel: “Es más fácil ser genial, que tener
sentido común” y en este oficio que se ha convertido en un pasatiempo, he
conseguido a escritores, artesanos del idioma, que adjetivisan de maneras mágicas,
son como cazadores de mariposas que se aprenden palabras que dan sentido al
pensamiento y es allí donde está el peligro de escribir contra los dictadores y
absurdos. A todos nos ven como lo que somos, conspiradores satánicos,
dispuestos a cambiar las mentes y yo no puedo menos que reírme con lo vacuo de
alguno de mis artículos que ellos asumen que les hace daño, porque todo les hace
daño cuando se consiguen a una persona que piensa diferente.
Por
nuestro grupo editorial, pasan y editan, escritores de profundidad oceánica,
otros entienden la verdadera razón de manejar estas claves de veintiocho letras
para divertirnos y los más, consiguen imbricar, trastocar y camuflar el
verdadero y conspirativo mensaje, como si se tratara de un códice medieval
encontrado en un rincón del nártex de una antigua iglesia de ritos bizantinos.
Ellos,
los dictadores son actores de poca monta que no están dispuestos a escuchar a
menos que hables de ellos, por eso seguro estoy que odiarían el pensamiento de
Luis Buñuel, si es que acaso le leyeran, cosa que pondremos en duda: “El
misterio es el elemento clave de toda obra de arte” y como son tan elementales
y chuscos, pues ya saben, vivirán con el miedo propio de los ignorantes y de
los saqueadores solapados en la oscurana, acotados todos al pequeño redil de su
mente, mientras los escritores seguimos conspirando.
Bernardo Jurado es el autor de “¿370 Norte o Sur?” y ocho libros más,
todos a la venta en Amazon y las más prestigiosas librerías de Miami y el
mundo.
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