CAUDILLISMO
DE BARRIO
Siempre
pasan por mi oficina y yo lo agradezco con suma amabilidad, porque son
inteligentes, me hacen el día con sus chanzas, me dan nuevas y mejores ideas y
con frecuencia me sacan de la aplastante rutina.
Somos
un equipo, que es ser más que un grupo, porque están envueltas en nosotros
algunas emociones, como el aprecio, la confianza, la admiración, también contemos
el buen humor y tomamos café juntos como una buena excusa para pararnos de los
asientos; en fin, es en total una pléyade de buenas actitudes. Con frecuencia,
si acaso hubiese alguna pequeña desavenencia entre algunos, los demás nos
encargamos de resolverlo con otro café, con otro chiste y les digo algo más:
somos observados y con mucho detenimiento, porque se requieren algunos
requisitos para calificar y entrar a ese grupo como pudiesen serlo la sinceridad,
hablar de frente, por doloroso que sea, reír sin empaches, ser trabajador y
permitir que el grupo también haga algunas bromas, respetuosas todas, pero
bromas al fin de cuentas, somos un equipo y además motivado. En lo personal me
siento muy orgulloso de todos, además me siento privilegiado de tenerlos como
amigos, porque el trabajar juntos no implica que seamos amigos, ¡pero nosotros
lo somos!
En
el libro que actualmente leo, el muy famoso y capaz motivador y orador
norteamericano, Anthony Robbins dice lo siguiente: “No hay personas perezosas,
sino personas con objetivos impotentes: esto es, objetivos que no le proporcionan
inspiración”
Como
es de esperar no siempre en todo momento todos estamos inspirados, pero en el
cien por ciento de los casos estamos disciplinados y paso a explicarlo mejor:
los horarios de ellos son con frecuencia infames, llegan algunos a las cuatro
de la madrugada a veces con frio, otras bajo la lluvia a recibir los cruceros
en el Puerto de Miami, todos al menos los de nuestro equipo, ostentan una
sonrisa acompañada de buenas maneras, caso difícil este, cuando los taxistas
que son una suerte de secta satánica no cumplen con las normas y ellos, los míos,
los meten en cintura con prusiano profesionalismo. Cuando hablo de los míos, me
refiero a los que pertenecen al ya muy famoso grupo denominado “cafecito social
club”, de los demás ni me pregunten porque no tengo opinión alguna ni quiero
tenerla, pero pertenecemos a la columna vertebral de la Capital de los cruceros
de placer del mundo y somos la segunda más grande industria del Estado de la
Florida, pero a lo que vamos hoy, porque nuestros orígenes son tan variopintos
que en nosotros no existen caudillos de barrio, no existen jefes mandones,
tampoco intrigantes pendejos, todos individualmente conocen la operación de la
compleja industria y grupalmente me atrevería a afirmar, (conociendo las experiencias
que me llegan por ósmosis de otros puertos), que nuestra gente si ejerce un
caudillismo de barrio, al crecerse cada día para no permitir que nos sea arrebatado
el primer puesto en atención al cliente.
Ya
sé, mañana, durante el café se burlarán de lo serio de mis palabras y ¡a mí no
me importa los quiero igual!
Bernardo Jurado es el autor de “Como caigan los dados” y ocho libros mas,
todos a la venta en Amazon y las más prestigiosas librerías de Miami y el mundo
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