LOS APLAUSOS
SON PARA ÉL
Son
tiempos de repensarnos, si, para algunos, porque yo soy tan aburrido que estoy
disfrutando el encierro, estoy escribiendo con afán mi más reciente novela, que
está saliendo a pedir de boca. El mortal e infame virus “chino”, como le ha
llamado el Presidente Trump, ha hecho que bajemos la velocidad de la vida.
Estoy durmiendo como un bebé neonato o tal vez como el anciano de la harmónica
que piensa que los aplausos son para él.
Ya
nada importa tanto como estar encerrados, bendición suprema para un escritor,
rumiador de libros, porque no se puede pensar en una discoteca, aunque si en un
bar, al menos allí, en el bar, las ideas pueden tocar a la puerta de la imaginación,
pero por favor, no en cualquier bar ruidoso de South Beach, un bar de gente
apacible, un piano bar, algo con jazz o música a correcto y prudente volumen
donde se pueda conversar, aquí los hay en grandes cantidades, diseñados para
nosotros, los adultos contemporáneos, que somos los que pagamos.
Acabo
de hablar con mi hermano Iván, que está en España, buen lector, pero como me
dice, “hasta el sexo obligado es malo, imagínate la lectura”
Yo,
por el contrario, infería que Miami estaba muy tranquila porque él no estaba,
pero no es así. Todos disciplinadamente estamos guardados, pensándonos,
traduciendo la manera violenta en que nos cambió la vida y como se siguen sucediendo
los cambios.
En
una entrevista le preguntaron al escritor español Antonio Gala, que era lo más
importante para él y dijo lo siguiente ya lindante a los ochentas años de edad:
“en la vida, nada importa nada” y no estoy de acuerdo, siempre habrán cosas
importantes como el anciano con Alzheimer que cuando los vecinos, después de una
seguramente agresiva jornada en Europa, los enfermeros y médicos vienen
caminando a sus casas a descansar, les aplauden, pues CNN ha sacado un conmovedor
video de este señor tocando su harmónica
y pensando que los aplausos son todos para él.
Les
informo que quedándonos en casa, aislando el terrible mal, no permitiendo su propagación
y contagio, los aplausos son para cada uno de nosotros. Ninguna medida de
seguridad, ninguna medida preventiva es suficiente, tengan la edad que tengan y
les repito, esta es una buena oportunidad. Es como un huracán, que ha pasado
pero a nivel mundial y no sabemos cómo defendernos.
Por
mi parte, que toco la harmónica con demostrada torpeza, también la he tocado en
estos días de recogimiento y aunque nadie me ha aplaudido, asumo como correcto enclaustrarme,
preparar mi psiquis alimentándola solo de buenas cosas, haciendo también una
dieta hipo informativa y sacando el ruido carcamal que deteriora la felicidad
de disfrutar del pensamiento de Lope de Vega cuando dijo: “De mis soledades
vengo y a mis soledades voy, porque para estar conmigo, me basta mi pensamiento”
La
muerte acecha, lo que no implica que debemos meterle el pecho para hacernos los
valientes del cementerio, mientras el anciano desde su balcón asegura que los
aplausos son para él.
Bernardo Jurado es el autor de “Divinos, luego humanos” y ocho libros más,
todos a la venta en Amazon y las más prestigiosas librerías de Miami y el
mundo.
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