LAS BUENAS
TARDES PERDIDAS
Que
rica y divertida fue la reunión de anoche, aunque manejé cuarenta y tres largos
kilómetros por las impecables autopistas de Miami hacia Broward County a unas
ochenta millas por hora, con la atmosfera interior de mi vehículo controlada,
escuchando esa emisora de jazz que me cautiva y me hace recordar mis tiempos en
la a veces bucólica New Orleans. Fue una cata de whiskies, el primero que probé
tenía veinte años de añejamiento, pero la conversación, la grata y culta conversación,
sobre todo con el que infiero es el alter ego del admirado novelista cubano Leonardo
Padura, mi culto y amable amigo Nicolás, que vive en Coral Gables. Fue
memorable, excepto porque llegué a mi cama a las dos de la madrugada, para
levantarme como siempre, a las seis de la mañana porque mi cuerpo así lo exige,
es esa disciplina autoimpuesta que cualquier día mandaré al carajo, pero es que
no conozco otra manera de tener éxito y miren que la ando buscando.
Me
fui a la mar y el día estaba como una obra de Monet y ella con ese sombrero glamuroso y
ese traje de baño que alborota mi desenfreno, pero así fue, sentados en las
sillas de playa, decidí caminar por más de cuarenta minutos y amaneció el
domingo y me levantó el hambre, pero la hora había cambiado y mi riguroso
desayuno era una hora después, o tal vez antes y fui a tres restaurantes todos
abarrotados de hambrientos hasta que conseguí mesa en el cuarto de ellos y mis
huevos fritos tardaron cuarenta minutos en llegar y mi humor era por decir lo
menos, canino y feroz, pero comí. Fui a abastecer mi casa de comida para la
semana y en el automercado se había caído el sistema, solo aceptaban dinero en
efectivo y ¿cuándo se ha visto que en los Estados Unidos, o al menos en Miami,
pase eso? y con los escasos doce dólares que llevaba, al menos compré lo mínimo
indispensable y mi mal humor se acrecentó.
Me
llegó un texto informando la muerte de una amiga de parte de otro amigo y la
llamé y mi humor cambió de disgustado a arrepentido y al repicar el teléfono ella
misma me atendió y me volví a disgustar, no porque estuviese viva, sino porque
me había estresado aún más de lo que ya estaba, sin motivo alguno y decidí
correr a mi casa a enclaustrarme, a leer o escribir, porque mercurio debe estar
en retrógrado, porque a los chacras le deben faltar lubricantes, porque el
karma estaba exaltado, porque la nube de la mala suerte me estaba rondando, ¿Qué
se yo, porque me vine a casa y pasé doble llave a la puerta?
Pues
no hice nada, solo ver televisión, películas tontas como las que me gustan, no
aprendí nada, decidí ser indisciplinado, medio tonto, un poco nulo, como este
artículo y he llegado a la conclusión de que ha sido una buena tarde, pero
absolutamente perdida.
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