LA HIJA DE
LA IGNORANCIA
Si,
la ignorancia tiene una hija que me temo es poco deseada y bonita, me refiero a
la vanidad.
Me
ha llegado un artículo de un Teniente Coronel de nombre Stanilaw Dubis, bien
escrito, aunque confieso que ese estilo severo, marcial y castrense no se me parece
en esta época de mi vida, pero lo hizo bien y con este comentario aprobatorio,
dejo al descubierto mi propia vanidad de escritor, porque también debo
reconocer que soy ignorante en una gran mayoría de temas del conocimiento humano.
Se
refiere el oficial, a la conducta de un protervo Almirante, un individuo rapaz
y larvario que deja entrever desde sus escritos mal vividos titulados “Desde mi
trinchera” los logros que para él tiene y presenta a diario la revolución y el
gobierno de Nicolás Maduro. ¿Pueden imaginar tamaña ignorancia y mayor vanidad?
A
veces y siempre en mala hora me llegan, informando que depositaron la pensión a
los retirados, informando que hay pollos y legumbres en tal o cual sitio, ¿y qué
importa? Cuando esto no solo es el logro de nada sino la supervivencia de
pocos.
Como
humano que soy, recuerdo sin resentimientos, los oscuros comentarios que Walter
Becerra, a quien nos referimos el Teniente Coronel y yo, hizo en un artículo mío
llamado “La tragedia de ser Infante de Marina” que levantó por decir lo menos,
muchas ocultas pasiones a algo que en realidad sigo pensando, porque mis
lectores bien saben que si no fuera así, con suma humildad pediría perdón y
retiraría con toda caballerosidad mis palabras, pero lo lamento, me temo que
sigue siendo así, son una carga organizacional divorciada de los valores y las
funciones de la Armada, pero por favor ruego prudencia, porque ese no es el
tema que nos ocupa, el que sí, es el terrible fenómeno que un individuo al que
se le alzó el nefasto y también infante de marina el Contralmirante Gruber
Odremán, en aquel absurdo 27 de Noviembre de 1992, cuando él fungía como
Comandante del inoperante cuerpo, ahora y desde hace más tiempo del que la
inteligencia ordena, ruegue y muestre esa bocanada infecta de sabiduría revolucionaria,
mientras la ciudadanía huye despavorida del “Holodomor” selectivo a la que es obligada
al mejor caso Ucraniano.
La
ignorancia y su hija la vanidad, son imprudentes y lo digo con todo
conocimiento de causa, porque yo lo he sido, pero lucho al menos con ser cada día
un poco menos, mientras que Walter Becerra, no solo es un ignorante del dolor y
del padecimiento humano en la Venezuela de la inopia, sino que además es lo
supremamente vanidoso para no ocultarlo e intentar desde algunas chuscas letras
lo que Kafka definió como la expedición a la verdad, refiriéndose a la
literatura, si es que acaso los faltos contenidos de sus noticias palurdas se
le llegaran a acercar a uno de los más bellos oficios.
Si
yo fuera Becerra, pues, al menos guardara silencio y dejara que el tiempo
hiciera milagros y hasta le respetaría si estuviese convencido de que vamos
bien, pero, no puedo hacerlo, cuando vemos a la juventud hurgar en las basuras
de sus pensamientos.
www.juradogrupoeditorial.com
Saludos y un abrazote estimado amigo,,,aqui estamos echandole pichon a la muy dificil vida que todos los referidos en este excelente escrito apologico nos han impuesto a quienes por la razon valida que sea aun permanecemos inexorablemente y en contra de las voluntades aqui
ReplyDeleteDe la brillante pluma de Bernardo Jurado hijo,recien leo una de las más acertadas definiciones del engendro de la revolución chavista: La Venezuela de la inopia. ¡Bravo!
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