ESTA NOCHE
EN LA BAHIA
Totalmente
calma, me aterroriza el pensar en la aproximación del huracán Florence. La alta
presión atmosférica aunada al gran porcentaje de humedad hizo pegajoso el
ambiente, pero no me importa.
Luego
de casi dos largas e improductivas horas en el tráfico de la US-1 producto de
la intervención policiaca al robo de un carro, con heridos y todo, digno de un capítulo
de CSI Miami, o de aquel icónico programa Miami Vice, no me encontraba de mucho
ánimo para cumplir mi autoimpuesto registro intelectual, no obstante, sabiendo
como son las cosas en la mar, sabiendo que en setenta y dos horas, los estados
vecinos estarán bajo la furia de la más grande fuerza natural, pues, decidí
darle de comer al espíritu y me he ido a la parte más oscura de la isla a abrir
mis pupilas y hacer mis ejercicios de meditación y de paz ante el estrés infame
de la vida citadina.
Al
abrir los ojos, todo se me presentó abiertamente, podía ver claramente en la
oscuridad, no solo con mis ojos, sino con la mente. Ya nada importaba, ya nada
me apuraba, ya nada mortificaba la vida
que no fuera esa capacidad de impresionarme por las cosas a mi rededor, que he
pedido a Dios, nunca me la quite.
Realmente
este es un sitio de privilegio, es algo hermoso, silencioso, amable y cariñoso.
En mi caso personal, no puedo ni debo dejar de citar el escritor alemán Hans
Carossa, que con respecto a la belleza escribió lo siguiente: “Incesantemente
la belleza impone en nosotros su presencia y no descansa hasta que nos sentimos
arrastrados por ella” y eso me pasa cada día al levantarme en la madrugada, me
impresiono de la paz y del silencio, eso me pasa a cada momento en que, como
humano, pierdo la perspectiva y me alejo de la oración porque ¿tengo mucho
trabajo?, que absurdo esto de la responsabilidad por cumplir los sueños de otro
si eres empleado, a menos que realmente entiendas que ese trabajo no es la vida
y que algo debes hacer para comer, pero sin dejar de vivir. La vida es todos
los días y no solo los fines de semana, es importante recordarlo y aunque
trabajo con intensidad, no me pesa, porque cuando haces lo que te gusta
disfrutas la jornada y no la llegada a un punto si ese fuera el caso.
Esta
experiencia que describí en mi obra DIVINOS, LUEGO HUMANOS, me refiero a la experiencia de vivir, me hace
recordar a George Stefan, porque la cosa es tan corta, los momentos gratos tan rápidos,
los niños crecen aceleradamente y tú, cuando te ves en el espejo te das cuenta
que ya estás en el atardecer, que “la vida de un hombre se asemeja a una
golondrina que atraviesa una habitación”
Esta
noche en la bahía, conseguí lo que fui a buscar: el entendimiento, la confirmación,
la certidumbre de que soy un alma, cósmicamente divina y perfecta, manejada por
fuerzas invisibles, que simplemente tengo y disfruto de una corta experiencia
humana.
Bernardo Jurado es
escritor.
Su más reciente
novela: Volando en el ataúd, esta
a la venta en Amazon y
las más prestigiosas
Librerías de Miami.
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