EL GRAN AUTÓCRATA

EL GRAN AUTÓCRATA

         Sentí el golpe, mientras estaba acostado en mi camarote. Como pude me calcé y salí por la escotilla de estribor a cubierta. Puse las manos sobre uno de los candeleros y con pavor observé el rompiente de la ola sobre las piedras donde mi buque había varado.

         Quiero que sepan que en aquella época era recurrente. Una pesadilla que me perseguía y que me hacía tomar más precauciones de las normales y siempre me repetía aquel aforismo aprendido por mi Padre en la Armada Británica: a bordo, “se deben tomar todas las medidas de seguridad hasta caer en el ridículo y una vez en el ridículo, seguir tomando medidas de seguridad”

         De la pluma magistral de Conrad, cuyos libros no leo, sino que los bebo o tal vez los inyecto a mi torrente sanguíneo, he conseguido algo que todo marinero podrá asegurar, allí voy: “La varada le produce al marino, más que ningún otro lance, una sensación de estrepitoso y rotundo fracaso”

         Recuerdo aquella clase en la Escuela Superior de la Fuerza Aérea, que mi Padre me pidió que le relevara mientras él hacia un largo viaje de placer en un crucero hacia Alaska, que tomaría desde New York. Un oficial, por equivocación se dirigió a mi diciéndome Coronel. Lo primero que hice fue observar que no era piloto y allí interrumpí su pregunta para espetarle algo que ahora reconozco como error desde el ego que es aún peor: ¡que sea la última vez que Usted me llama Coronel, yo soy un Comandante de buque y eso hace la diferencia, nada más que con los vectores que se manejan en la mar o en el aire, es más que suficiente para sentirse orgulloso de ser un Capitán de Navío!

         ¡En aquella clase podía cortarse el aire! Y lo lamento, pero es cierto. Los Capitanes de cualquier nave estamos en las manos asesinas del gran autócrata, la cual es la mar y para colmo de males Joseph Conrad arguye lo siguiente en su obra “El espejo del mar”: “tratar con los hombres es un arte tan bello como tratar con barcos. Tanto los unos como los otros viven en un elemento inestable, se hallan sometidos a sutiles y poderosas influencias y prefieren ver sus méritos apreciados que sus defectos descubiertos”

         Cuando los cadetes de la Escuela Naval, sientan una verdadera pasión por la mar, cuando se les eduque entendiendo que son los hombres de abordo aquellos llamados a regir los destinos de la Armada, tanto en la querida Fuerza Aérea, como en la Marina de Guerra, quedaran a un lado esos individuos cuyo ruido organizacional ha hecho tanto daño, ha desviado recursos y siendo hombres de tierra, han tenido tiempo de estar en todas las fiestas conspirativas contra la democracia. Mientras que los pilotos y los tripulantes navales, estudian la guerra y arriesgan el pellejo, estos por el contrario se regodean en la lisonja de la Casa Militar, que en los tiempos actuales pareciera ser el modus vivendi que más beneficios trae en términos personales a sus apetencias de poder. Nada mas tengo que agregar. Si acaso con mi pluma bienintencionada llegase a hurgar en la autoestima de algún colega, lo lamento, pero es una realidad de tamaño bíblico. No estés a bordo y llegaras mas rápido a Almirante: una paradoja o tal vez el oxímoron de una carrera!!!!