LA
DICTADURA DE LA PALABRA
Hijo,
a partir de este momento y en vista de tus malas notas, no podrás usar más los
video juegos hasta la próxima boleta de calificaciones.
El
jovencito no contesta, solo desea desde su inmadurez la muerte a su Padre.
Me
la presentan en casa del Doctor Penissi, querido amigo y gran anfitrión, como
una reputada pianista y además experta jugadora de tenis y le pregunté: ¿Cómo y
cuándo decidió ser pianista? Y la respuesta no se hizo esperar: “desde niña” por
allá en los Andes me cautivaba y me dije: “cuando sea grande seré pianista, me
mudé a Caracas, ahorré dinero, al menos el diez por ciento de lo que ganaba y
todo eso era para mí piano que aun nunca había tocado alguno y un buen día,
pasando por la tienda, habían llegado algunos desde Alemania, todos en inmensas
cajas protectoras de madera y ya tenía ahorrados unos cinco mil bolívares (debo
aclarar que ese era más o menos el precio de un vehículo de la época) y lo
compré sin saber siquiera como tocarlo y comencé a hacerlo, tomé clases y he
dado hasta conciertos.
Los
dos ejemplos anteriores determinan la diferencia entre un deseo basado en una emoción
temporal y otro basado en una emoción perdurable. Demos gracias a Dios que el
universo se toma su tiempo antes de complacernos, porque el deseo del jovencito
no era ni puede ser real, auténtico y verdadero, mientras el deseo de la
pianista, encantadora y educada mujer lo era, era auténtico, basado en un deseo
irrefrenable como bien lo indica Napoleón Hill en su obra “Piense y hágase rico”
editada en 1937 y que me temo jamás ha sido superada por libro de autoayuda
alguno.
Todos
sin excepción, tengan cuidado con lo que piensan o lo que pasa por su mente en
forma de los sesenta mil pensamientos que hacemos cada día, porque de ellos
saldrán palabras que son una suerte de dictadura de la conducta y por supuesto,
siempre, seremos los dueños de esos pensamientos y aquí les va la fórmula mágica
para saber si lo están haciendo bien: tenemos un termómetro mágico en nuestras
emociones, se los explico mejor: si Usted siente rabia, ira, resentimiento,
impotencia como el joven que por tonto desea la muerte del padre que le castiga
con la sana intención de formarle, pues Usted está pensando mal, sus
pensamientos están absolutamente torcidos y de paso los decreta con la palabra.
Si por el contrario, sus pensamientos se van hacia un deseo encantador de tocar
el noble instrumento del piano, sueña con eso, ahorra, se divierte buscando información,
posee fe en que eso será lo que se dará en el tiempo y lugar perfectos, pues su
termómetro no tendrá otra opción que no sea darle felicidad, alegría, éxito,
fortuna, amabilidad, tranquilidad de espíritu y por ende buena vida.
La
palabra es un instrumento que viene de los pensamientos, el mal hablar ensucia
su psiquis, enturbia su vida, aumenta esa visión oscura que puede tener por
propia decisión.
Cuida
tus palabras o se convertirán en tu dictador.
Bernardo Jurado es el autor de “Divinos, luego humanos” y ocho libros más,
todos a la venta en www.Amazon.com y las más prestigiosas librerías de Miami y
el mundo.
En El golem (1964) Borges escribía, en el mismo sentido que el verso final de la novela que «el nombre es arquetipo de la cosa», y «en las letras de rosa está la rosa».
ReplyDelete