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Sunday, August 30, 2015

LAS CAMPANAS DOBLAN POR TI


            LAS CAMPANAS DOBLAN POR TI

            Me preguntó Santiago, si me gustaba leer y por única respuesta acudí a Jorge Luis Borges, cuando dijo que la lectura es otra vida pero guiada, continúe diciendo que leo por necesidad, que lo hago ya por hábito, que un día sin leer está indefectiblemente perdido y él no sé si por halagarme, lo único que atinó a decir fue: ¡se te nota! Y realmente aún no sé qué es lo que se me nota, si mis inmensas lagunas intelectuales o mi afición por la lectura.
 

            Confieso, so pena de ser excomulgado, que me he convertido en un sacrílego de libros buenos. Los subrayo, pongo notas a pie de página, mi viejo y manoseado diccionario duerme en mi mesa de noche para sacarme de las dudas etimológicas que también aclaro con mala letra cuando el sueño me ataca y todo eso lo hago con un marcado egoísmo racional, para volver a leer los mismos libros tiempo después y darme cuenta de mis prenombradas lagunas. Es una suerte de competencia donde nadie excepto yo, ganará y por eso me gusta, porque no compito, porque no me atormento, porque al fin, para ser escritor se debe ser un lector y vivo con esa inmensa sensación de estar muy lejos de lograr ambos.
 
            Dice Juan Villoro, excepcional prologuista de Hemingway en su obra “Por quien doblan las campanas” lo siguiente: “…es la novela que le dio a Hemingway lo mejor y lo peor que puede recibir alguien con mentalidad de atleta: un triunfo insuperable”

            La volví a leer ayer y me posé en cada letra de sus 619 páginas mágicas, leí mis viejas notas y medité regodeándome en los parajes tupidos de bosques de pinos de aquella región montañosa española en la época de la terrible y sangrienta guerra civil. Estuve en el amanecer con Robert Jordan bajo el puente que ambos volamos y las esquirlas también pasaron por encima de mi cabeza cuando nos tiramos en la zanja y descubrí los peligros y también la camaradería de los combatientes, pero también amé a María y su cabeza rapada y la consolé y la acaricié.
 
            Por quién doblan las campanas es un excepcional texto que acabó hoy conmigo, cuando lo cerré a las 2 y 37 minutos de la madrugada de acuerdo a mi reloj despertador que no usé porque amaneció en domingo. Lo volví a leer, volví a imaginar y es que conseguir una buena obra es un deleite solo dado a los aburridos como yo, pero cuando se lee por segunda vez, las sensaciones son más intensas y más esotéricas, místicas, sobrenaturales, en fin, son más sentidas y agradables.

            “Nadie es una isla, completo en sí mismo, cada hombre es un pedazo del Continente…; la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad; y, por consiguiente, nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas, doblan por ti”

John Donne

           

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