NADIE NACE
RIENDO
Pareciera un
severo castigo la vida, el acto del alumbramiento, además pareciera doloroso y
poco deseado, todos nacen llorando y el que no, pues se le da una nalgada para
que lo haga y pueda entrenar sus pequeños pulmones.
Nadie nace
riendo, eso infiero que lo aprendemos después del trauma y de sentirnos un poco
mas tibios y seguros, de manera que podemos inferir que el reír, el vivir la
grata sensación de tranquilidad, de sosiego, de dicha, pues es aprendido, o al
menos viene después del llanto.
Como lo dijera
Dyer: ‘Estas a un pensamiento de distancia de cambiar tu vida’ y en ese momento
en que somos neonatos no lo sabemos, pero a esta altura de la vida o tal vez de
la lenta muerte de algunos quienes todavía lloran, es inaceptable, a menos que estés
casado con la ignorancia, divorciado de la lectura, viudo de las buenas
amistades y moribundo en calidad.
Me he convertido
en una suerte de energúmeno defensor de todas las anteriores desde lo positivo.
No acepto interrupciones y los invito a que también lo hagan, porque conozco la
salida y también la entrada y puedo recordar a aquella ex amiga que con cara de
tonta vino a hablar conmigo, haciéndose la pobrecita, para tirar toda su basura
en mi psiquis o al menos intentarlo, y lloraba y se quejaba y se victimizaba hasta
que me di cuenta del truco y no iba a permitir que me hiciera tan infeliz como
ella y resulta que descubrí que no era infeliz, simplemente esa era su
verdadera vida, para ella, esa era la felicidad, la intriga, la inquina, la
maldad disfrazada de favores, porque traía un buen consejo, porque se vendía
como la buena y sus amigas tan solo me pidieron que la escuchara, pobrecita,
ella necesitaba la opinión de un hombre y vino a hablarme tonterías de su
marido, muy mal lo hizo, hasta que asqueado le pregunte: ¿Quién paga tus
cuentas? ¿Quién te ha comprado ese carro? ¿Quién paga el apartamento y el
mercado? ¿y tu que quieres, le descubriste una infidelidad?
Su cara de desaprobación
era evidente, estaba al borde del precipicio del llanto, manera común y a la
vez desviada de excusar las confusiones emocionales, sobre todo las femeninas y
antes de que lo hiciera, antes del llanto precipitado la detuve. Alto, stop ni
se te ocurra llorar porque aquí se acaba todo, contesta las preguntas que te
hice, porque ya voy a llamar a tu esposo, a quien bien conozco y aprecio, para
que sepa como su esposa viene a hablar paja de él.
-No lo harás ¿verdad?
-Claro que sí, ¿qué
te crees que voy a seguir escondiendo a la estafadora que eres? En público de
lo mas enamorada y en privado vienes a mi casa a buscar no se qué, pero conmigo
se te acaba el juego. Como bien te conozco y antes de que le cambies el juego a
José, te informo que todo esta grabado y ahora, fuera de aquí.
Nadie nace
riendo, pero más pronto que tarde, aprendemos.
Bernardo Jurado
es el autor de ‘Divinos, luego humanos’ y ocho libros más, todos a la venta en
Amazon y las más importantes librerías de Miami y el mundo.
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