LAS
VERGUENZAS BAJO LA FALDA
Con
el permiso de Ustedes, voy al tocador, dijo la dama ante las personas que se
encontraban rededor de la mesa en el restaurant. Su acompañante, caballero
gentil y de buen vestir, le preguntó si la escoltaba; y ella se negó con amabilidad,
ripostando que conocía el camino, que no se preocupara.
Esperó
por su reloj tan solo tres minutos, mientras hacía que prestaba atención a las
conversaciones gratas, pero es que tenía tiempo pretendiendo a la igualmente
madura, soltera, inteligente y profesional mujer que ahora estaba solita en el baño.
Pidió permiso y como si fuera al de caballeros, dio aquel sorpresivo empujón a
la puerta donde ella se encontraba ya con sus bragas un poco movidas de su
sitio. Si, ella sintió vergüenza, mucha vergüenza, pero él se encargó de
disiparlas, arguyendo con una sonrisa, que si le encontraban allí, con ese
traje y corbata de señorío sin reproches, simplemente se haría el borracho, pediría
disculpas y se retiraría; y ella sonrió.
Ella
sonrió, porque ahora eran cómplices y la complicidad elimina las vergüenzas bajo
las faldas, ahora se besaban, ahora se tocaban y descomponían sus trajes y sus
modales, ahora ya podían hablar parcialmente el mismo lenguaje de las ganas,
hasta que fue penetrada bajo el influjo de la lujuria y dejaron de serlo, de
ser cómplices, para ser truhanes, mentirosos, hipócritas, rastreros, simuladores de la decencia
y las buenas costumbres y yo me imagino que debe ser muy rico todo
esto. Infiero que debo planificar algún golpe así como el que describo desde mi
torcida mente de novelista. Un golpe real, que la sorprenda, pero debo estar
seguro que ella tiene la misma pasta, que tiene las mismas ganas de ser mi cómplice
sexual del baño y no puedo menos que recordar a todos aquellos pillos que se
han enriquecido con esa pinta de caballeros doctos y de familias rancias y me
da mucha risa, porque como lo dijera Rockefeller, detrás de toda gran fortuna
siempre hay un muerto y me viene a esta mente de novelista José Vicente Rangel,
por lo de la fortuna y por lo de los muertos, aunque ahora mismo él parece uno
de ellos; y no puedo sacar de mi mente de novelista al General Vladimir Padrino
López quien ha dejado de ser General para ser un particular, individual de las vergüenzas
bajo la falda del régimen y así podría llenar páginas y páginas de esta
historia de complicidades no tan secretas, hasta que el hombre le pidió salir
primero del baño y llegar a la mesa para que no sospecharan, pero es que las
feromonas son inocultables y ella llegó después con “ese no sé qué” de las
mujeres bien folladas y siguió la fiesta en la mente de los amantes, mientras
que todos los demás en la mesa, no requerían pruebas del candente encuentro que
se llevó a cabo y donde se mitigaron “las vergüenzas bajo la falda”
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