EL ACCESORIO
INVISIBLE
Le
dije con picardía, morbo y ganas a la respetable señora dentro del ascensor: ¿sabe
una cosa señora?; ¡Jean Paul Gaultier en su epidermis, huele óptimo! Y a ella
se le salió la adolecente y no sabía qué hacer, hasta que la puerta se abrió y
yo salí, dejando dentro mis feromonas.
La
elegante y venezolana Carolina Herrera, bella, bellísima, con ese garbo
monacal, llegó a decir que el perfume es el accesorio invisible de cualquier
mujer elegante y yo estoy de acuerdo, luego de haber leído a Patrick Suskin, sí
señor, porque marcan sus territorios como hacemos los perros, inclusive uno
callejero como yo. Pero déjenme decirles que hay otros accesorios invisibles.
Son
las cinco de la mañana y aun no amanece con este agradable clima Miamense y
ayer tuvimos uno de los fenómenos más encantadores sobre la bahía que guarda la
energía positiva de la fuente que me energiza, una luna llena en eclipse y al
verla siempre me acuerdo de mi Padre y aún no he averiguado porque me evoca su
recuerdo o tal vez ¿su presencia?
Comencé
a leer “The last lecture” cuyo autor es, o mejor dicho, fue, Randy Pausch,
profesor del Carnegie Mellow, en ciencias de la computación, sentenciado a
muerte por un cáncer de páncreas y él se preguntaba, seguro de su destino, que
le diferenciaría para dejar a sus hijos el recuerdo de su Padre y se atribuló y
pensó hasta que escribió el libro y se hizo famoso y dejó a todos esa
fragancia, ese accesorio invisible de templanza ante lo inevitable o ¿es que
acaso usted no se ha dado cuenta de que también está sentenciado a muerte y actúa
como si nada?. Claro que va a morir y siempre será antes de lo que espera. Al
menos Randy sabía la causa y tenía una aproximación de la fecha del deceso,
nosotros no, de manera que estamos más jodidos, ¡mucho más!
Vamos
marcando vidas, vamos dejando esa huella invisible, cuando llevamos el
accesorio, es esa marca sin forma que se consigue entre las letras, entre las
palabras, dentro de la copa del vino o en la luna llena sobre la bahía de
Biscayne y en el silencio y la soledad que me acompañan, me siento privilegiado
de poder escribir, pero sobre todo de poder orar con agradecimiento y no con desesperación.
Con
frecuencia me siento iluminado, atraído por algo más fuerte de lo que puedo ver
y tomo mi morral de pecados y corro a la iglesia más cercana donde lo dejo para
que sea destruido y me impregno del accesorio invisible, de ese perfume a mirra
y a santo para volver a pecar y moverle a la señora en el ascensor, esas
pasiones un poco dormidas por el tedio.
Hoy
es el día de Santa Inés, patrona de los enamorados y asumo que mi patrona,
porque siempre lo he estado y al ver esa magia invisible que ocurre y que solo
puede ser observada desde el silencio, no puedo menos que ser agradecido con
Dios.
Muy grato leer este escrito sugerente, inspirador y travieso que nos llama a conspirar. Gracias!
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