UNA RATA COMUNISTA
Y
pareciera una redundancia, ¡una rata comunista!, pero no lo es, es simplemente
una historia de la vida real, luego de la llegada de la revolución y ocurrió en
un muy pujante y próspero central azucarero al que las ratas comunistas todavía
no habían tenido el tiempo de quebrar económicamente.
Yo
estaba tomando café con mi amigo Fifo, quien fue el que me contó esto que ahora
paso a relatar y quien fue testigo cuando tenía no más de ocho años. Cabe
destacar que mi amigo es contemporáneo conmigo.
En el
Central Azucarero ‘España Republicana’ en el pueblo de Perico en la Ciudad de
Matanzas de la Cuba posterior a 1959, vivía Fifo y su familia, más todos los
empleados quienes trabajaban por cuadrillas. Su padre el Sr. José Manuel Lima,
hombre piadoso y simpático, preparaba una vianda, si, de esos envases de
aluminio que, por pisos, cual edificio, se llenaban de diferentes platillos y así
lo hizo.
En aquella
época, Cuba era el reservorio de inmigraciones impensables, como la china y
otras como judíos de postguerra y personas de las islas circunvecinas como
Jamaica, pues bien, en un cuartucho que quedaba en el establo vivía un jamaiquino
cuyo apodo, vaya usted a saber porque, era ‘Payaso’, todos le llamaban así,
pero debo recalcar que no era de manera despectiva o burlona, sino por mucho cariño
que con frecuencia se transformaba en lástima.
Payaso
era un hombre solo de unos sesenta años para el momento del suceso, de baja
estatura y de piel tostada y se le había asignado, debido a su desconocido
origen y a la falta de referencias personales, ese improvisado habitáculo, entre
caballos, bosta, hiel y aserrín.
Eran las
8 y 20 minutos de la noche, cuando José Manuel le dijo a Fifo, ¡acompáñame hijo!,
llegaron a la habitación de Payaso, quien prendió la bombilla pelada que se hacía
firme por un maltrecho cable que con dificultad le daba energía eléctrica y
cuando digo dificultad, es que al pegar la brisa, la mala conexión hacía que
titilara infamemente, pero eso no importaba a Payaso, en fin, estaba solo y nunca
recibía visitas, no tenía nevera, alacena, plancha, ningún electrodoméstico,
lavaba la ropa a mano en cualquier lugar, ¿Qué digo ropa?, lavaba los harapos
en cualquier lugar .
José
Manuel, delante de su hijo, le entregó con piedad la comida a Payaso el
jamaiquino y este tomó una pequeña cuerda que pendía del techo y que pasaba por
el ojo de una burda pasteca, amarró la vianda y la subió, para comerla luego.
-¿Payaso,
y para que subes la comida, en vez de ponerla en la mesita?, a lo que el
humilde hombre contestó: ‘la subo para mantenerla a distancia de las ratas
comunistas, mientras voy a tomar un baño’.
Me
temo que es una de las mejores historias y con el mayor mensaje que he recibido
en estos días, porque la comida, los afectos, el honor, el orgullo y los mas
importantes valores de lo humano, debemos subirla por la cuerda que pasa por la
pasteca y mantenerla bien alta para que no se las apropien las ratas
comunistas.
juradopublishing@yahoo.com
No comments:
Post a Comment