UNA CADENA DE FAVORES
Y
debo confesar con vergüenza, que alguna vez le odié ¿y quién no ha odiado a un maestro?
Con esa suerte de acento británico, pero en español, con esa voz queda y firme
a la vez, podía decir lo siguiente: ‘Brigadier Jurado, quince puntos’
¿No
podía ser, yo no tenía ninguna duda que tenía la máxima nota y no eran
arrogancias, no, es que esa materia la estudiaba desde la inspiración, me encantaba,
la vivía, la sentía y este Almirante me ponía quince puntos? Inaceptable.
Al
conversar con el maestro a quien me refiero, en reclamo de mi nota le decía con
máximo respeto y ahora entiendo que admiración también: Mi Almirante, todas mis
respuestas han sido correctas, ¿porque tengo quince puntos? Y este me
contestaba con absoluta calma, cosa que me aterraba: ‘Usted Brigadier ha puesto
su nombre en el lado izquierdo de la hoja y además ha sido tan ligero que no ha
firmado su examen y le recuerdo que es este un documento, por ello tiene quince
puntos, deberá ser más cuidadoso’ y yo me quedaba en una pieza.
El
Contralmirante Enrique Domínguez García fue mi maestro de navegación y era un
hombre exacto, amable, de modales impecables, de hombría a toda prueba,
disciplinado y disciplinario y ahora desde la estela de mi vida, agrego a todo
dar que fue un gran inspirador. Yo le observaba con detenimiento y hasta llegué
a hacer una lista de los trajes que usaba por día y descubrí que hasta en eso poseía
una rutina. Jamás tomaba agua del surtidor directamente porque siempre llevaba
un vaso cónico de cartón en el bolsillo de su camisa. Tenía una hermosa y bien
mantenida camioneta que para el momento era más vieja que yo, pero era bella y
cuando llegaba a su estacionamiento se bajaba plumero en mano para quitarle el
polvo y alguna vez me acerqué para verla por dentro y descubrí una placa que
certificaba que había sido hecha exclusivamente para él.
Con
frecuencia subía solo a la azotea del edificio académico, sextante en mano,
para practicar, soñar y valorar aún más sus enseñanzas y me he enterado de que
hablaba inglés e italiano, se ejercitaba diariamente en las mañanas y en las
tardes ponía el piano concerto número 2 de Rachmaninof y caminaba por la casa
junto a su esposa para fortalecer el corazón.
Cualquiera
en Norfolk o Greenwich, podría asegurar que su origen era anglosajón, pero no,
era originario de Guanape en el Estado Anzoátegui y lo mandaron a estudiar en
la capital y en uno de los viajes conoció a un cadete naval al que andamos
buscando para agradecerle la influencia que causó en Enrique Domínguez García,
un baluarte, una leyenda, un ejemplo de integridad, de pundonor y
profesionalismo.
Me
cuentan sus hijas que fue un padre amoroso, gentil y delicado y en mis
conversaciones con ellas logro notar el inmenso amor que sienten por él.
En
esta cadena de favores, devuelvo con mis letras, parte de lo que me dio y les
informo que cumpliría años el 20 de marzo próximo, día en que espero escribir
in extenso sobre su prolífica vida, paz a su alma buena.
Bernardo Jurado es Capitán de Navío y alumno del CA. Enrique Domínguez García.
Siempre recordaré su regla mnemotécnica para encontrar el rumbo verdadero... Coraje - Don - Manuel - Viva - Venezuela (compás , desvío , magnético , variación , verdadero)
ReplyDeleteMerecidas palabras para wuue fue un gran hombre, líder. Y como bien lo dices disciplinado y disciplinario, du casa de habitación en Prados del este quedaba justo al lado de unas primas mías, y me contaron hace muchos años y que había diana y silencio y lista y parte..
ReplyDeleteThis comment has been removed by the author.
ReplyDeleteBuenas noches Bernardo, de este escrito ningún comentario. !Lo que si quisiera es el comunicarme contigo para rememorar viejos tiempos. Fraternal abrazo amigo!
ReplyDeleteQuerido maestro, le ruego me mande su numero de teléfono a juradopublishing@yahoo.com
Delete