UN BARCO
VIEJO
Salí
muchas veces a navegar en él, o en ella, como se le dice a los barcos en países
anglosajones, si, se les llama en femenino con toda razón pero al punto al que
vamos.
La
última vez salimos del puerto de Brickell Key y fuimos a motor por los canales
internos hasta Fort Lauderdale, dormimos frente a un bar y seguimos al amanecer
para salir al océano, fue una buena travesía, que ya terminaré de contar, pero
se nos hizo de noche frente al bar prenombrado, estábamos fondeando y yo tenía
el gobierno del velero “ITA”, dimos fondo al ancla y un cabo se enredó en la
propela cuando di atrás para hacer firme el ancla en el tenedero. El Capitán
March, amigo y colega uruguayo, de quien ya he escrito; con toda serenidad, se metió
cual pirata al asalto, la hoja de un cuchillo de pesca en la boca y se lanzó a
las oscuras aguas, él sabía qué hacer, vivía a bordo, conocía sus ruidos, sus
mañas, sus humores, sus olores, sus cambios de temperamento.
Un
buen día me llamó porque había comprado una joya de velero a una pareja de
ancianos que lo tenían como una taza de oro y dudó en vender al ITA y yo dudé
en comprárselo.
Salimos
a probarlo, nosotros, dos capitanes veleristas de vieja data y la cosa no era
igual, hasta yo sabía cómo reaccionaría el ITA en una virada por redondo, como
se comportaba con algunos rizos en su vela mayor, y allí me di cuenta que le entendía,
que también podía escucharla, que el viejo o la vieja ITA me hablaba y yo le entendía,
que era más lento, pero nunca en la mar se debe estar apurado, que el navegar
es un arte y el arte con prisa queda mal. Por el contrario, el nuevo y lujoso
es rápido, versátil, adaptado tecnológicamente, todo funciona, todo en su sitio
y me hacía falta el marinero desorden del viejo barco, esas jarcias adujadas a
mano, la arriada de la mayor que era apoteósica, ese pesado andamiaje antiguo,
bucanero, ¡qué bueno es un barco viejo cuando se le conoce!, creo que hacemos
una suerte de pacto tácito, secreto, un pacto de ayuda mutua, de auxilio dúplex,
que nos da seguridad.
He
estado en mi vida en muchos barcos, potentes agresivos, buques de guerra, hasta
llegué a pasar nueve años de mi vida en uno solo durante mi carrera naval y nos
mimetizamos entre sus mamparos, le conocemos sus trucos, que son muchos y
aprendemos a amarlos al sentirnos queridos y arrullados por ellos.
Por
los momentos el Capitán Walter Federico March, ha hecho un buen negocio, tiene
una buena casa que flota y con la que aún se encuentra haciendo el pacto de
amor, aun la está enamorando para que le cuide y más pronto que tarde será un
barco viejo, como los amores duraderos.
Yo
se bien lo que es pactar con un barco, sobre todo con un velero como el viejo
ITA.
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