TRABAJOS
ALIMENTICIOS
Así
los llama el escritor Mario Vargas Llosa a todos esos trabajos que se vio en la
necesidad alimenticia de abordar para poder vivir, mientras su sueño se cuajaba
en su mente, ese sueño de todos, el de vivir para escribir, el de escribir para
vivir y además que te paguen buen dinero, pero no todos corren con tan ¿buena
suerte?
La
meta está allí, ante sus ojos. Seguramente también lo alimenta mucha fe, que de
acuerdo a la biblia es “la certeza de lo que no se ve”, estará acompañado sin
dudas de esperanza, que es la hermana pobre de la fe, podrá establecer
inclusive unas tareas para luego materializar su meta y todo eso está muy bien,
todo eso podemos ponerlo en papel, podríamos inclusive publicarlo, pasarlo por matrices
decisionales, llevarlo a modelos matemáticos que escupan en sus totales que es
posible, que es adecuable, aceptable y ejecutable, pero, el pero que le
detiene: hasta que Usted no tome una acción, no dejara de ser un plan.
Yo
conozco a muchas personas que comienzan con ánimo, con ímpetu indetenible sus
proyectos literarios, sus novelas, inclusive perdía mi tiempo con ellos, dándoles
consejos, ayudándolos y de repente el “ímpetu indetenible” se detenía y yo me arrepentía
de haber perdido mi tiempo y llegaba a la dolorosa conclusión de que no merecían
mi ayuda y en algunos casos me he planteado que no merecían mi amistad. Ese
tipo de personas, que no poseen la disciplina, el empuje, la pulsión de
continuar contra viento y marea, pues deberán indefectiblemente volver a sus
trabajos alimenticios a rumiar sus recuerdos, sus pasados, a buscar nostalgias
en la rutinaria vida de la oficina que les aleja de su sueño, cualquiera que
este sea.
Recuerdo
aquel periódico en el que escribía sin cobrar, me esforzaba y comprendía que tenía
que pagar el derecho de piso, entendía perfectamente que estaba construyendo mi
estilo y no sé qué me movía, pero me emocionaba ante cada cierre. A la mañana siguiente
corría a buscar mi columna, a ver cómo había sido diagramada y al cabo de dos
escasos meses me llamó el editor y me ofreció $80 por doscientas cincuenta
palabras y yo entendí que me estaban leyendo, que gustaba mi estilo y no lo
acepté, tan solo le dije: “piénsalo, porque ambos son escasos, las 250 palabras
y los ochenta dólares”, quiero página completa por $150 e inmediatamente aceptó
y yo lo había logrado, era el columnista que más ganaba en aquellos momentos en
Miami y ambos estábamos contentos.
A
diario debes preguntarte: ¿esta o aquella acción me acerca o me aleja de mi sueño?,
pero para hacer eso, ya debes saber cuál es tu sueño y debes estar dispuesto a
pagar el precio, porque nada es gratis, todo es un intercambio de valor por
valor.
Los
trabajos alimenticios son muy buenos, nos bajan el nivel de estrés para pagar
la renta, el carro y los gastos normales, pero son esos trabajos, los que harías
sin cobrar por cierto tiempo, los que harán de ti una persona más feliz.
Bernardo Jurado es autor de ocho libros, todos a la venta en Amazon y las
más prestigiosas librerías de Miami y el mundo.
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