EL VIAJE
SIN RETORNO
Anoche
se me presentó ante mis ojos totalmente nítido, mientras leía “Mis favoritos”
cuyo autor es Juan Antonio Cebrián, pero específicamente en la vida de un hasta
ahora, perfecto desconocido para mí, llamado “Roald Amunsen, el noruego que
conquistó la Antártida”.
La
práctica de la lectura es así, vas hilando, mezclando, conjugando, imbricando
cosas mientras pasas los ojos en ese sueño guiado de la literatura y resulta
que en la madrugada de ayer había leído un pensamiento de Ernest Hemingway que decía:
“El motivo del viaje es regresar”
Les
escribo esto porque estoy seguro que muchos de Ustedes son así, como Roald
quien a finales del siglo XIX, se le metió una cosa impensable en la cabeza,
era una suerte de afición, de búsqueda por las expediciones polares y sus padre
alarmados con tan peligroso gusto, le conminaron, le obligaron a estudiar
medicina sin entender como era realmente su hijo de terco. Mientras tanto y a
manera de entrenamiento, el joven, ahora estudiante, dormía en el invierno con
la ventana abierta, para saber y acostumbrarse al frio que le tocaría en su
empresa abandonada momentáneamente, nadaba en las gélidas aguas, montaba
bicicleta para endurecer sus músculos y remaba por horas y como es de
esperarse, leía toda la literatura posible sobre el Ártico, porque él quería descubrir
el paso entre los dos Océanos por el
polo Norte y ahora lo vemos fácil, pero imagínense que podría con facilidad ser
tildado de loco o de suicida.
Al
morir sus padres, abandonó todo y se embarcó por años como marinero, para
aprender las artes de la mar y en 1897 se embarcó en la expedición del barón de
Gerlache. Ya entrado el siglo XX, en 1903 compró un pequeño barco a quien llamó
“Gjoa”, una pequeña tripulación de locos y lo consiguió, atravesó 500 millas.
Podría
seguir hablándoles del mi ahora amigo Amunsen, pero perdería la posibilidad de
avanzar hacia el polo Norte de mi escrito.
Como
todos los navegantes, él regresó y anunció su proeza, que fue documentada para
asombro de la humanidad, pero su vida fue un viaje y todo esto comenzó cuando tenía
ocho años de edad. Siguió y también fue a la Antártida y lo hizo otra vez.
Yo
he tenido viajes sin retorno y con evidencia absoluta, nada comparables a lo
narrado anteriormente, pero igualmente sin vuelta.
Le
decía a un querido alumno, que la práctica
de la escritura es uno, es un viaje sin vueltas a la realidad y me temo que se
profundiza aún más al paso del tiempo y al igual que nuestro protagonista,
arriesgamos cada vez más y me temo que es el único oficio que en la medida en
que somos mayores lo hacemos mejor.
En
una operación de rescate del perdido dirigible “Italia“ el 18 de Junio de 1928,
desapareció en la mar, junto a su tripulación y su viaje ya no tuvo retorno o ¿tal
vez si?, porque nacemos con la única certidumbre de la muerte.
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