¿Y MIS DERECHOS
HUMANOS?
Era
el comienzo del milenio y había ido a Barquisimeto a unas tierras de la familia
en esa bendita ciudad, me tomé todos los tragos que pude disfrutando el monólogo
de mi padre, que era, sin temor a equivocarme, más divertido que ir a Disney World,
su oceánica cultura subyugaba, en cada palabra conocía cosas nuevas, cosas
impensadas, culturas inexploradas, letras desconocidas. Nos acostamos a las tres
de la madrugada y ‘BJ’ que era el nombre de la granja, poseía una habitación para
cada uno, era como un amable y familiar hotel.
A
las siete de la mañana me levanté y pedí al Señor Luis un jugo de las naranjas
de la siembra, tomé la manguera, la abrí y comencé a regar las flores
multicolores de la jardinera al lado de la habitación de papa, frente a la reja
que daba a la calle, cuando se me aproximaron dos testigos de Jehová: hermano,
me dijo uno y yo le contesté: ‘yo no soy tu hermano, ubícate’, ‘te recomiendo
que te retires, yo soy católico y no voy a dejar de serlo, pero si insistes te voy
a asesinar a sangre fría’ ¿entendiste?
En
otra oportunidad aquí en Miami en el restaurant Spagettino, estaba sentado en
la terraza cenando con una dama que no deseo recordar y en la mesa de al lado
se sentaron un par de musulmanes, la dama estaba ataviada con burka, toda tapada de negro. Llamé al camarero
y le exigí en inglés que me quitara de al lado a la pareja antes de que
explotara, además, en los Estados Unidos es ilegal o lo era, antes de la pandemia,
andar con la cara tapada. El hombre me vio con cara de odio y yo también, pero
mis derechos son míos y los hago cumplir y mas cuando estoy pagando la cuenta
de un exclusivo restaurant.
En
estos días una compañera de trabajo a quien mandé al carajo, me acuso de ser
machista y le dije que tenía la razón pero que antes de eso, debía recordar las
veces que la había defendido contra las personas que habían intentado
minimizarla hasta que este machista intervino y los puso en orden.
Yo
tengo algunos amigos de quienes supongo son homosexuales y a quienes quiero y
admiro, eso nada tiene que ver conmigo, hasta que me consigo a una loca que
intenta tirarme las plumas en la cara y lo pateo sin piedad, pero no me da la
gana que me restriegue su gusto por los machos. Debemos confesar que esto es
recíproco, porque yo no excedo los limites arguyendo mi gusto por las féminas,
por las que siento una innegable debilidad, pero soy un hombre casado y eso se respeta.
Lo
que deseo informar de manera amable es que no me importa quien usted sea, tampoco
me importan sus gustos, bajos instintos, adicciones y mariconeras, pero le exijo
que mantenga la distancia y que no espere que entienda, porque no me da la
gana, porque mis derechos humanos, siempre irán primero que los suyos.
Bernardo Jurado
es escritor y editor de ‘Jurado grupo editorial’
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