EL MERCADER DE
LA MUERTE
Fíjense
que curioso, no es de Fidel Castro de quien voy a escribir, ni de Hugo Chávez,
tampoco de Stalin ni de Hitler, mucho menos ensuciaría mis letras con la
memoria del monstruo de la Cabaña. Para aquellos que acarician la posibilidad
de que sea Diosdado Cabello, pues ni lo sueñen, porque este es un escrito
amable, altruista y espero que con un mensaje.
Su
hermano había muerto en Francia y por supuesto, nuestro protagonista iba al sepelio
a bordo de un tren de lujo. Había pedido el diario y pudo mirar en el cintillo
principal la noticia: ‘Muere el mercader de la muerte’, en referencia a una
imperdonable confusión del periodista con el Señor Alfred Nobel.
Como
muchos sabrán, Alfred Bernhard Nobel fue un químico, ingeniero, inventor,
escritor y yo le agregaría después de este escrito también el adjetivo de sabio
de origen sueco, famoso por haber inventado la dinamita y fue el propietario de
la empresa Bofors, que se dedicó al diseño y construcción de cañones entre los
que estaban los de mi propio buque de guerra, porque la empresa aun sobrevive.
Si alguien tiene alguna duda sobre su capacidad, debo informarles que registró
durante su prolífica vida la cantidad de 355 patentes, pero a lo que vamos, que
la historia aun crece.
En
alguna parte de mi pubertad, leí algo que todavía resuena en mi cabeza: ‘la
muerte es la lección repetida de nuestra nada’, cuyo autor desconozco, pero es
en una oración como esta, en la que Nobel reflexiona al ver la frase de su
muerte como el mercader de ella y allí, en ese instante, todavía con el dolor
de la muerte de su hermano, decide que él no sería recordado jamás como tal,
como el mercader de la muerte y crea los premios Nobel.
¿Estimado
lector, alguna vez usted ha pensado como sería el titular del periódico el día que
anuncie su muerte?, me temo que sería un eximio ejercicio de reflexión, también
creo que la vida de muchos no sería ni siquiera susceptible de salir en un pequeño
resquicio de la última pagina par, porque simplemente han sido vidas parecidas
a la de aquel personaje de León Tolstoi, llamado Iván Illich, ¿lo recuerdan? Ya
he escrito sobre él, es aquel que en el lecho de muerte le pregunto a la gorda
de su mujer algo aterrador: ¿y si toda mi vida ha sido un error?
Una
vida con significado se consigue ayudando, produciendo, dándole sentido desde
la literatura, las ciencias, las artes y por ello los premios Nobel han hecho
que Alfred Bernhard, sea recordado por ellos y no por la equivocación del
periodista al anunciar su muerte estando vivo.
Todo
químico, ingeniero, médico, físico, economista y ni hablar de los escritores en
Literatura, han, o hemos acariciado la posibilidad de ir al bello Estocolmo,
vestidos de paltó levita a recibir el premio Nobel.
Nobel
tuvo una vida con sentido, mas allá de su epitafio, gracias a Dios.
Bernardo Jurado
pertenece a Jurado Grupo Editorial, para escritores consagrados y noveles.
Seremos recordados por nuestros más o por nuestros menos, difícilmente por la neutralidad de haber vivido sin logros ni errores.
ReplyDeleteCada quien, de acuerdo a un criterio personal, marcará la historia en positivo o dejará la marca de sus malas decisiones. No podemos esperar hasta estar postrados en nuestro lecho de muerte, para preguntarnos, si toda nuestra vida ha sido un error. Tenemos toda una vida para enmendarlos y decidir "como seremos recordados".
Excelente escrito. Saludos y bendiciones.