EL CAMINO
DE LAS IDEAS
Así
lo definió Pablo Picasso. Montmatre en París, por allá en 1904, porque hay
sitios que nos brindan el camino hacia las ideas, pero solo cuando se tiene un
objetivo y con pasmosa frecuencia ese camino se presenta oscuro, pero más allá
hay un sonajero que nos indica seguir el sonido, así vayamos a ciegas,
mientras las personas derredor, nos tildan de majaras, de chiflados y locos,
eso ha sido Miami para muchos de nosotros.
Con
su impecable y almidonada guayabera blanca, el muy famoso y prestigiado poeta
Juan Manuel Couscó se me acerca con un escocés en la mano, junto a su muy
elegante señora envuelta en un chal vaporoso que hacia juego con su
indumentaria, para preguntarme como está la cosa en Venezuela. Yo recostado a la
barra, no supe por momentos que contestar, porque la verdad es que no sé cómo
va la cosa en ningún lado, inclusive en mi casa, pero viniendo de él, la
pregunta me hizo reflexionar.
A
manera de leve fruslería pude atinar algunas palabras que complacieran mis
intenciones, pero todos bien sabemos que las buenas intenciones no preñan, de
manera que argüí a otras opiniones y análisis poco más elaborados, hasta que vi
una suerte de pin en su cuello izquierdo con el escudo nacional de lo que era
la República de Cuba y le pregunté.
Me
dijo que siempre lleva a Cuba en su corazón, siempre está pendiente de su
Patria y yo me sentía como un poyete, esos bancos de piedra insensibles, fríos,
sin emoción, porque esa Cuba ya no existe ni existirá, porque apenas en el 2006
cuando tuve la suerte de haber llegado a los Estados Unidos, esa Venezuela
tampoco existe y en silencio me preguntaba ¿será que me he vuelto más
pragmático de lo que ya era? ¿Será que soy uno de los pocos venezolanos que no
siente nada? Y me quedé con la duda.
Hoy,
después de rumiar lo predicho, después de deslastrarme de los adornos y
ponerlos sobre las peanas de la realidad, concluyo que mi proceso cerebral me
ha llevado a ser práctico y considero que ese es el camino, el aislamiento de
toda emoción patriótica, amorosa, desenfrenada, para pensar en hechos fácticos,
en datos duros, en probabilidades y estadísticas, en tomas de decisiones sin
pensar mucho en la gente, porque primero debemos achicar el barco que se hunde
irremediablemente y luego asistimos a los heridos, que me temo son todos y se hundirán
si no procedemos.
Es
aquí, en otra tierra donde puedo pensar con claridad como tal vez (y guardando
las inmensas distancias), lo hizo Picasso en aquel París sibarita repleto de
pintores, escritores, poetas y genios.
Solo,
apartando toda la pendejera de las respetables epopeyas libertarias, donde
ninguno de nosotros tuvo la más mínima participación, es que podremos diseñar
nuestra propia libertad en estos tiempos en que ignaros capangos nos ordenan, nos
exigen y rigen los estómagos de todos desde sus parvas inteligencias y desde
sus inconmensurables ambiciones.
Bernardo Jurado es el autor de “La fragancia de la rebelión” y ocho
libros más, todos a la venta en Amazon y las más prestigiosas librerías de
Miami y del mundo.
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