FINGIENDO
FELICIDAD
Inclusive
podemos fingir que somos inteligentes, podemos fingir equilibrios psíquicos, mientras
escondemos nuestra bipolaridad, dentro de la caja de “Prozac”, nuestras
depresiones dentro del empaque de Sertralina, sí, podemos fingir inclusive
juventud a punta de cirugías, pero jamás podemos fingir la felicidad. La
felicidad es ese estado de contento del cual ya hemos hablado, simplemente no
hace falta fingirla porque a nadie compete que no sea a nosotros, en silencio
si es posible, sin selfies, porque no hay nada que demostrar, de hecho, al
intentar demostrar al mundo todo lo feliz que eres, vas en camino contrario al
equilibrio que buscamos entre el ser y el estar feliz.
La
felicidad no es un estado permanente, sino temporal, ciclotímico, intermitente,
que va y viene, porque no podemos ignorar los factores externos.
En
el caso de las damas, el comprarse esa cartera Louis Vuitton, de $800 podría
hacerles expresar a su amiga: ¡Estoy felizzzzz! A viva voz o tal vez a gritos y
eso no es cierto, lo que ha ocurrido es que te has distraído, obtuviste lo que
deseabas o peor, lo que tu ego deseaba para poder calificar en el concepto de
Robert Ringer define como los miliguales, que son todos aquellos que comienzan
a competir por pertenecer a la casta de los miles que son iguales, nos
referimos a la moda, esa dictadura infame, ladrona de la felicidad, que posee
la llave de la aceptación social.
La
conclusión en términos académicos es redactada como un hecho más una
consecuencia y déjenme hacer el ejercicio que comprobará lo que les digo, allí vamos:
“Toda vez que ha comprado una cartera
de $800, eso trae como consecuencia que sea ¿más feliz?”
¿Cómo
la ven?, porque entonces esta persona ¿deberá comprar una cartera cada semana? ¿Y
así mantener su estado?
Yo
recuerdo haber conocido a la Santa Madre Teresa de Calcuta, de la cual también he
escrito y yo era un muchacho que por tal, no entendía esto, sí, me temo que aún
no tenía los veinte y estaba terminando mis estudios en la Escuela Naval, pero
mis compañeros podrán afirmar este aserto: esa diminuta dama, ataviada con su hábito
monástico, llenó de luz la capilla de la Escuela Naval, y era radiante, era
sonriente, te llenaba el corazón, la mente, exponenciaba la fe por la humanidad,
¿qué se yo que pasaba?, pero lo que se le notaba a toesas de distancia es que
era feliz y hacía felices a quienes tocaba, miraba, era algo mágico, divino,
envolvente y que aseguro que la señora de la cartera no conoce, porque no se necesita
ninguna inversión monetaria, es gratis y sin restricciones en las dosis, solo
buena actitud y el ser selectivo en ver con quien te rodeas y ya.
Sí mis
amigos, puedes intentar fingir hasta la fe, pero realmente nunca podrás contra
ti mismo y la felicidad, esa silenciosa, esa tuya, está allí para llenar tu
vida, pero guarda la santa condición de que tiene y debe ser verdadera, porque
entonces desaparecerá, aunque grites a todos que la tienes.
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