¡VETE A
ESCRIBIR!
Sí,
me lo han dicho en un tono de fastidio, porque tengo hambre y ¿Cómo no voy a
tenerla? Si a las seis de la tarde de ayer me comí no uno, sino dos sándwiches
excepcionales, ¡pero es que fue a las seis de ayer! Y en el teatro me tomé tan
solo una copa de vino tinto y llegamos a la media noche exhaustos…!tengo
hambre!
Le
di su café con ¡espumita!, como le gusta a ella, creo que ya estaba en posición
de exigir un opíparo desayuno, pero no, la fastidiaba y me ha mandado a
escribir, como quien manda a alguien a la mierda y le he hecho caso: ¡me he
venido a escribir!, seducido por el olor de las arepas, los huevos fritos y
demás platillos que se han transformado en una tortura divina, se han transformado
en el triángulo Tartésico entre ella, mi hambre y la escritura y por Tartésico,
andaluz y por andaluz debatible.
Me
sonó agresivo, pero tiene razón, lo mejor que se puede hacer para mitigar el
hambre de un escritor, mientras se le prepara el desayuno, es eso, mandarlo a
hacer. Pero ha llegado, la mesa ha sido servida y el alma ha vuelto al cuerpo y
ahora me debato entre preparar una paella para el almuerzo y atender en casa a
dos insignes Capitanes de Navío, queridos amigos y compañeros de muchas millas
y muchas horas de vuelo, o, irnos a Mango’s Restaurant en Marco Island, o
caminar por el boulevard de Naples, hasta encontrar algún comedero apetecible, sí,
siempre con la comida, por eso estoy gordo, que cosas y me temo que no haré
ninguna de las tres, porque me vengaré, porque me han mandado a escribir de
manera despectiva, atropellante, maluca.
Ya
he desayunado y ahora me ha dado sueno, claro, me encuentro en pleno proceso
digestivo y la irrigación sanguínea escasea en mi cabeza, bueno, aunque con
este vergonzoso y vengativo escrito, ya saben que hoy escasea casi cualquier
cosa en mi cabeza e intento hacerlo donoso, me cautiva esa palabra, con donaire
y gracia, con amabilidad y sabrosura, no como ella, que no entiende lo que es
tener el hambre del desayuno, no entiende y mucho menos comprende mi sentir, mi
vacío estomacal y por ende intelectual o ¿Por qué creen que escribo esto?
Confieso
que aguanto todos estos avatares porque es ella la mujer preferida, es la
Deyanira de Antonio Gala en “Los papeles de agua” además, me lo aguanto porque
pretendo que mi destino sea luminoso, su compañía sea amable, cariñosa y lo es,
lo confieso, ¡si, lo es!, pero me ha mandado a escribir como si de mi quisiera
deshacerse.
Aunque
los amigos y colegas de mi Padre dicen que aun soy un muchacho, pues, a esta
edad provecta, en la que ya nada oculto, en la que ya nada guardo, en la que de
nada sirven los falsos prestigios, tomaré una decisión, una muy fuerte y
radical, si, preparare yo mismo el desayuno la noche anterior, antes de que me
manden de nuevo a escribir.
Eres muy cómico, hermano
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