EL BUQUE,
SU TRIPULACIÓN
Por: Julio Chacón Hernández
La fragata, 04 de agosto 1988; ese
día recibí el comando de un buque de línea, anhelado por muchos, otorgado con
patente de navegación para el combate naval, a pocos. A cortos días asignaron a
la unidad el lanzamiento de un mísil; ese mes de septiembre Venezuela impactó
un blanco en superficie a la mayor distancia conocida, hazaña batida por Perú
pasadas dos décadas. El mayor logro de una tripulación, aquella de la
“ALMIRANTE GARCIA”. Un marino con talento y vocación, para mejor, escritor
–Joseph Conrad- expresó en su libro “La línea de sombra”: “La atmósfera
administrativa es de tal naturaleza que mata todo lo que vive y respira energía
humana, y es capaz de apagar la esperanza, como el temor, bajo la supremacía de
la tinta y el papel”, de ese ambiente como edecán del presidente de la
República, provenía. Sentir la energía de la dotación, las cuadernas y mamparos
del navío, me regresaron a lo naval, al mar. Navegar; para explicar la
ferocidad entre la naturaleza del océano creado por Dios, en su inmensidad y
omnipotencia, y la frágil herramienta creada por el hombre para sortearlo, un
barco; lo describió otro genio de la literatura -Víctor Hugo- en su libro
“Trabajadores del mar”: “El mar, complicado con viento, es un compuesto de
fuerzas. Un buque es un compuesto de máquinas. Las fuerzas son máquinas
infinitas, las máquinas son fuerzas limitadas. Entre estos dos organismos, el
uno inagotable y el otro inteligente, se empeña este combate que se llama
navegación. Una voluntad en un mecanismo sirve de contrapeso a lo infinito. Lo
infinito contiene también un mecanismo. Los elementos saben lo que hacen y a
dónde van. Ninguna fuerza es ciega. El hombre debe espiar las fuerzas, y
procurar descubrir su itinerario. En tanto que se encuentra la ley, la lucha
continúa, y en esta lucha la navegación por medio del vapor hay una especie de
victoria perpetua que el género humano alcanza incesantemente en todos los
puntos del mar. Lo que hay de admirable en la navegación por medio del vapor,
es que esta navegación disciplina al buque. Disminuye la obediencia al viento y
aumenta la obediencia al hombre”.
Fácil
comprender que ese organismo inteligente en la fragata, y con voluntad, alcanzó
niveles de excelencia; el estudio y trabajo de todos, nos permitió pasar de
“bongo misilístico” a unidad para el combate. El ideal de un oficial naval es
servir en la flota, su aspiración, comandar un buque de guerra. Quienes
alcanzan ese privilegio culminan la carrera naval dejando estela y escuela de
su dedicación profesional, constancia de marino de guerra. Joseph Conrad lo
resumió con estas palabras, tituló: “El prestigio, privilegio y peso del
comando”, también señalado en su libro “Tifón”: “El capitán Mac Whirr no podía
esperar de nadie en el mundo un alivio semejante. Tal es la soledad del
comando”. Bernardo, compartió mi sempiterno enfoque –valor por valor-,
comandante-navegador de entonces –no amigos-, amigos ahora viejos, yo mucho más
que él; unidos solamente por ese abstracto y único sostén del verdadero afecto;
puro y simple respeto, mutua admiración profesional. Para él, para la
tripulación de la “ALMIRANTE GARCÍA” mi agradecimiento –nuevamente en palabras
de Joseph Conrad, prefacio de su libro “El Espejo del Mar”- : “… Es el mejor
homenaje que mi piedad puede rendir a los configuradores de mi carácter, de mis
convicciones, y en cierto sentido de mi destino: al mar imperecedero, a los
barcos que ya no existen y a los hombres sencillos cuyo tiempo ya ha pasado”.
Hermodos reconocimientos mutuos de dos grsndes comandantes de la mar océano. Julio Chacón y Bernardo Jurado, epítomes de lo mejor de nuestra armada y profesion naval. Cspitanes de la fe y maestros del alma. Dios los guarde en vida y salud muchos años y puedan disfrutar de su amistad.
ReplyDelete