¿CREER EN
LA JUSTICIA?
La
mar estaba como si fuera de aceite, las estrellas se reflejaban sin dificultad
sobre ella y mi buque cortaba cual cuchillo a la mantequilla aquellas plácidas
aguas al oeste de Trinidad y Tobago, donde patrullábamos desde aquel novedoso hallazgo
de un pozo petrolífero en la frontera común.
Trinidad
tuvo intenciones de explotarlo y hacerse de él, pero estábamos nosotros allí y
tuvieron que pensarlo dos veces. A las dos de la madrugada llegó la comunicación
ordenando que procediera al puerto de Guiria para embarcar al Ministro de
Fronteras y su comitiva y me di cuenta que nuestro gobierno estaba en la misma
jugada.
A
las seis de la mañana estaba llegando a la piquera del puerto y la comitiva nos
esperaba en el muelle y estaba Pompeyo Márquez, el Ministro, quien luego sería
mi profesor en la Universidad Central, pero había una luz, una persona que
descollaba con su sola presencia prudente.
Embarcaron
y zarpamos hacia Macuro y luego a Puerto de Hierro en el Golfo de Paria y fue
una navegación memorable y llena de conocimientos. Asistía a la comitiva la
Doctora Roció San Miguel y es ella esa luz que alumbraba, es de ella de quien
debo conversarles hoy, porque es de esas personas que no hace falta que nos diga
que es abogada, que es especialista en temas militares con profundidad oceánica,
que es diplomática, que es al fin ¡inteligente!, su sola presencia delata su
clase, pero cuando conversa, nos convence de ella.
Ella
junto a otros valientes fue despedida de la comisión de fronteras en Febrero
del 2003, por haber firmado para ejercer su derecho de solicitar el referendo revocatorio
al Presidente del infausto momento, Hugo Chávez.
Quiero
aclarar que Rocío fue profesora de la Escuela Superior de Guerra Naval y de la
Fuerza Aérea y también allí tuve el honor de crecer con su sapiencia,
pero a lo que vamos. Se presentó luego de trece largos años en la Corte Interamericana
de Derechos Humanos, para exponer las tropelías a la que habían sido sometidas,
las tropelías que acostumbra el régimen absurdo y vi el video de más de una
hora, observando con detenimiento lo que es la experiencia en la cátedra de más
alto nivel, mientras un lambarero de nombre Larry Davoe, el representante
chavista ante la comisión, frente a cada pregunta recibía de la muy sólida Rocío,
una andanada de proyectiles de equilibrio, de prudencia, de probidad. Los
microgestos del Larry denunciaban su disgusto al verse desarmado, su proterva
presencia ante la fineza de esta dama documentada le dejaban desnudo y no hubo
un solo segundo en que no ganara terreno en la psiquis del jurado.
Al
finalizar un juez le pregunto si tenía algo más que agregar a lo que ella dijo:
“yo soy abogado y quisiera volver a creer en la justicia” Rocío querida, hablaste
de Chávez, de Luis Tascón, de Lina Ron y otros difuntos que te maltrataron, ¿no
te parece que la providencia ya ha hecho justicia?
¡Qué
bien lo hiciste mi profesora querida y admirada!
Excelente escrito. Vi el video y lo disfruté. Realmente esa SEÑORA se las trae. Esperemos la justicia terrenal en la CIDH.
ReplyDeleteNo la conozco en persona pero sin duda es en extremo versada en su materia y no hay escrito q no lo respalde de manera minuciosamente documentada
ReplyDeleteDisfrute de lsña pela intelectual que rocío San Miguel le dio a lavoe. Fue rocío y espada de Sam Miguel que dejó sin voz al infeliz que trataba en vano de apagar esa esplendorosa luz de mil luceros. De sus lágrimas de dignidad brotaron sendos arco iris y de su boca iluminada brotaba sabiduría , enjundia y clase. Gracias por este escrito que enaltece a la dama al que escribió y al gentilicio venezolano.
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