¿QUE PASA
EN EL TIMBEQUE?
Me
rodean los espías. Son todos aquellos que me llegan con esa actitud que ya
conozco y con frecuencia aborrezco.
Estoy
ocupado en la oficina y tocan la puerta con cautela. Medio abren y me miran
lleno del papeleo y la burocracia y además me preguntan si pueden pasar y sin
esperar respuesta me atacan sin piedad: ¿viste lo que pasó en tu país?
Levanto
la cara con desgano y el espía contraataca: me dijeron “de buena fuente que…” y
yo me pregunto ¿y cuál será esa buena fuente?
Es
la osadía del chisme, tal vez de la lisonja hereditaria de las casas monárquicas
españolas que a todos siguen afectando por igual y me invitan a horas
destempladas, impresentables, a conferencias, reuniones para conspirar contra
el absurdo gobierno venezolano y yo no voy, porque no puedo y porque no quiero,
pero todos sin excepción parecieran que han leído y se saben de memoria “El
códice Atlántico”, si, las profecías de la página 1033 desconocidas para muchos
y escritas por Leonardo Da Vinci, para luego terminar la secreta reunión con un
“selfie” que quede como recuerdo imperecedero de la labor por la patria.
El
timbeque cubano, fue una costumbre que creció en los centrales azucareros,
gerenciados normalmente por norteamericanos y en vista de que los empleados y
obreros debían firmar el llamado “time book” para garantizar la hora de llegada
al trabajo, pues, como es la costumbre ibérica, luego, los que llegaban
temprano se quedaban en una suerte de recepción, conspirando, murmurando,
hablando paja e intentando sin éxito arreglar el mundo, mientras sus propias
vidas eran un desastre.
Cualquiera
que llegara a la deseada reunión donde se informaban como hacen los visitantes
a mi oficina de las últimas novedades acaecidas en esa pequeñísima comunidad,
con cierta sorna y comicidad preguntaba a manera de saludo: ¿y qué pasa en el
timbeque?, porque ya todos habían firmado el time book.
Cuando
Latinoamérica se deslastre como ahora lo están haciendo más de cuatro millones
de venezolanos que han salido al exterior, de esa rémora, de esa absurda situación
de pensar que el trabajo es para los poco nobles, que el estatus viene dado por
el apellido, como sucedía en la Valencia del Estado Carabobo donde viví por
mucho tiempo y donde cualquier persona preguntaba con facilidad pasmosa si yo
era de los Jurados de acá o de allá y como única respuesta obtenían de mi un: “yo
soy de los jurados de mas allá que de acá” y su cara de desarreglo era
normalmente evidente, cuando esa tontería sea parte del pasado y unamos
nuestros talentos para sacar rápidamente a ese país de postguerra de la
letrina, podremos encargarnos en entender que la felicidad y la inteligencia,
que la prosperidad y la concordia, que la capacidad económica y el calado
intelectual no se dan por generación espontánea sino con la voluntad en
conseguir un objetivo común.
Por
los momentos y hasta que la nube negra pase, son ellos, los comunistas, los que
ante la avalancha de rechazo de todos, se estarán preguntando: ¿Qué está
pasando en el timbeque?
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