EL VENENO
EN EL CAFÉ
Delcy
Eloina Rodríguez, de la que ya he escrito; y me da mucha pena hacerlo, pero se
lo merece, por inhumana, absurda, díscola, Vicepresidente y por ende cómplice,
me recuerda un cuento popularizado entre los intelectuales cuyo protagonista es
nada más y nada menos que George Bernard Shaw, el autor de “Pigmalión” y “Too
true to be good”, lo recordarán; y era de origen irlandés hasta que solicitó la
nacionalidad británica y entonces pasó a tener las dos. Lo definen los críticos
a los que el criticaba como satírico y seguramente irreverente.
En
alguna oportunidad, dada su fama de inteligente, de celebridad, de escritor,
una dama se le acerca y le pregunta: Señor Shaw, quisiera saber su opinión con
respecto a lo que se comenta en Londres, de que yo soy la mujer más fea de toda
Inglaterra; ¿es eso cierto?
Shaw,
tomó seguramente una posición meditativa haciéndose el interesante y respondió:
“¡de ninguna manera, es del mundo! Y me acordé de Delcy Eloina.
La
he escuchado asegurar en los medios internacionales que en Venezuela, no hay
crisis y que ha tenido un crecimiento económico sostenido de no sé cuánto por
ciento, la verdad no me interesa. También ha dicho que ahora que somos un país que
ha superado la terrible desigualdad y que somos un pueblo libre del
colonialismo y no puedo, no tengo más estómago para seguir haciéndole publicidad
a esta cicatera.
Yo
soy incapaz de atacar a una dama, pero carajo, esta si acaso lo es, lo merece y
además el repudio, cuando asegura lo predicho y tiene a su familia en el
exterior y sí, creo que es la más fea del mundo y tal vez pueda asegurar que
era la mujer del cuento de George Bernard Shaw, porque debe ser la reencarnación
de algún alacrán medieval.
El
verdadero y más auténtico protagonista de la Segunda Guerra Mundial, el Lord
del Almirantazgo Inglés Sir Winston Churchill en el parlamento y de acuerdo a
esa dinámica que poseen ancestralmente, pues algunos estaban en contra de la razón
de atacar a los nazis o negociar de rodillas como los franceses y la única dama
que militaba en la oposición, ya iracunda, ya disgustada por perder la reyerta
parlamentaria, pide la palabra, se dirige al primer Ministro y le espeta: “Si
yo fuera su esposa, le pondría veneno al café” y acto seguido tomó asiento.
Churchill
pide la palabra y tan solo dijo con calma: “si yo fuera su esposo, me tomaría el
café”
Cuando
Delcy consiga al incauto que la aguante, que la soporte, tanto como la ha
soportado Venezuela toda, pues debería tomarse el café envenenado o tal vez
darle de probar un poco de su mismo resentimiento, traumas, abulia social, pobreza
espiritual y podríamos seguir buscando entonces el camino a la prosperidad.
Bernardo Jurado es el autor de: "La fragancia de la rebelión" a la venta en Amazon
Mordaz
ReplyDeleteCompadre, te quedaste corto!!! Recuerda que ET es de fuera de esta galaxia y por mucho, es más guapo que la susodicha...
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