EL OLOR DE
LOS RETRETES
Qué
paradoja, porque un sitio llamado Miraflores, que debería por supuesto oler a
nardos y a rosas, como aquella canción. Ese sitio donde “se miran a las flores”,
una especie de jardín botánico, pues, ayer olió a retretes o tal vez ya tenga
unos veinte años oliendo así.
A
mí me parece que la vida es una especie de obra de teatro donde yo soy el
director y cambio u ordeno cambiar la escenografía, procuro el momento del
amanecer para envolverme en la hora violeta de la cual escribí alguna vez y en
el teatro español, había un dicho: “el teatro se te mete tanto que hasta te
llega a gustar el olor de los retretes”
Con
una copa de vino celebrábamos la vida anoche. Yo cociné con mi delantal que me investía
de la autoridad de agregar o reservar tal o cual cosa en ese “cordon bleu” un
poco mágico y loco que hice no para cenar, sino para impresionarla,
desajustarla y celebrábamos el nacimiento de una de las obras de mis escritores
y le llamamos por facetime y me temo que él estaba , como es natural , mucho más
contento que nosotros y hablamos del brindis y como haremos esa bella obra de
teatro que es la presentación de un buen libro en estos buenos tiempos y ella interrumpió,
para mostrarnos ese ángulo femenino que con evidencia aplastante me falta
(gracias a Dios) y nos reímos y cenamos, para terminar desnudos en alguna parte
de un rincón de mi apartamento, donde todo estaba envuelto por olores
cautivantes y decidí apagar la luz, pero lo decidí yo y nadie más, porque yo
pago la luz y soy yo quien decide apagarla, porque es un servicio y el ser yo
quien paga, pues, yo decido y así es en el mundo, pero alto, ¡en Miraflores no
es así!
Podemos
saber cuándo el comunismo se instala en un sitio, al aparecer apagones, al
aparecer colas de personas para todo, al ver como los edificios se ponen color
cenizos, al ver las caras de dolor y pocos dientes, allí, ha entrado el
comunismo, pero ayer ha pasado una obra de teatro porque el mofletudo
murciglero que regenta el gobierno venezolano, con unas pocas personas en el palacio
de Miraflores, pero en cadena nacional, argüía que querían instalar en el país a
otro Pinochet y pido disculpas pero por un momento pensé que era una genial
idea, (la que no, hubiese sido la instalación de un Allende, esa hubiese sido
para mí una frase de terror); y de repente no pudo terminar la frase, porque se
fue la luz y entre sombras aparecieron unos infelices, de pelo ralo y trajes
baratos dispuestos aun a inmolarse y desde aquí pude percibir el olor de los
retretes, ese olor a miedo, a atentado que se pasea por los pasillos de
Miraflores.
Mi
bisabuelo tuvo un caballo blanco, bello, de crin larga llamado “Pisaflores”, porque
parecía que no tocara el suelo con su educado galope. Debemos eliminar ese tufo
a urea y estiércol de un sitio con ese bello nombre.
Bernardo Jurado es el autor de:
"La fragancia de la rebelión"
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