CONSPIRACIÓN
EN LA CASA DEL ÁRBOL
Recuerdo
aquel programa de Diosdado que tuve que ver porque hablaba de mí y mientras mis
amigos estaban disgustados yo me reía, porque lo que decía era verdad: “Este Capitán
se la pasa con su amigo Félix Jiménez, ex director de la DEA, tomando café en
la isla donde viven y conspirando. Es un burgués apátrida y conspirador”
¡Se
le podía ver el odio en los ojos, tal vez la impotencia!
Lo
que si no es cierto es lo siguiente: “Allá vive en Miami en su mansión, pagado
por el gobierno americano” y al no ser cierto, me volví a reír.
Claro
que tomo café con Félix, es que es un tipazo simpático, puerto riqueño, amable
y además, cuando estábamos en la televisión nuestras entrevistas daban (por
boca de los productores) los mayores índices de audiencia de la noche. Somos
vecinos y ciertamente vivimos en la misma isla y yo me pregunto ¿Cuál es el
problema? Y ya lo he conseguido; y fíjense que cómico: la cafetería donde nos
vemos (o mejor dicho veíamos, porque tenemos tiempo sin reunirnos) queda al
aire libre y se llama “Islander Marketplace”. No llevamos guardaespaldas porque
hay que pagarles y debo agregar que no lo necesitamos, porque excepto Diosdado y
alguna que otra “ex” probablemente sean los únicos que deseen matarme. Félix
debe tener más millas navegadas que Cristóbal Colon porque se la pasa de
crucero y eso me da mucha rabia porque él está retirado y yo aún preparo mi
retiro, pero por favor, que Diosdado piense lo que quiera, que se parta de la
envidia y que sí, me tenga mucha envidia mientras yo le tengo lastima. Ve y
respira conspiraciones por doquier. Se ha convertido esto en una paranoia con
toda razón, probablemente en una manía persecutoria, en una esquizofrenia incontrolable.
Con
la triunfal aparición de Juan Guaidó el diagnostico no es alentador, pero a lo
que vamos.
Yo
tengo un amigo que tiene una bella casa y ha construido con sus propias manos y
a manera de imán para sus nietos, una bella casa de madera en el árbol del jardín
posterior, pero no cualquier casa; es una donde cabe un adulto de pie, tiene baño,
cocina, sala y cuarto con camas y como es de esperar, sus nietos amados se
vuelven locos por ir a casa del abuelo a dormir junto a él en la casa del árbol,
que espero Diosdado no se entere, porque de inmediato asumiría que es un salón secreto,
una diabólica plataforma donde se reúnen oficiales a conspirar, a dinamitar la revolución
que tanto le ha dado y que le ha enriquecido groseramente.
Sí,
creo que Diosdado pueda tener razón, porque Félix y yo nos burlamos y además hacemos
chistes de Chávez, de Maduro y de él, mientras hacemos algo que le martiriza,
lo cual es tomar café, hablar mucha paja, desternillarnos de risa, saludar con
agrado a las demás personas y todo, ¡imagínense!, sin guardaespaldas.
Yo
tan solo me pregunto: ¿desde cuándo Diosdado no puede hacerlo?
Bernardo Jurado es el autor de:
"La fragancia de la rebelión"
a la venta en Amazon
Me encanto tu forma de escribir siempre Leo Tu blog, soy tu admiradora
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