UN BAR DE
MALA MUERTE
Si
hay bares de mala muerte, por ende deben existir bares de ¿buena muerte?
Yo
no quisiera morir en ninguno de los dos. Creo que mi memoria y prestigio se verían
afectados, descubrirían más pronto que tarde, que me gustan los bares y más de
un aficionado a las letras, la santidad y el buen vivir, criticaría con saña mi
conducta, mientras que mis colegas, guardarían silencio para no ser
identificados conmigo, además ¿qué le dirían a mis nietos?: si, tu abuelo, el
escritor, ¡si, el que se murió en el bar de mala muerte!
(Creo
que morir en un bar de mala muerte, es una poco elegante redundancia).
Una
dama podría agregar: “no solo murió en el bar el perro ese, sino acompañado con
la perra, la zorra, la bicha esa que me lo quitó, si, la rubia que parecía más
una vedette que una señora como yo”
Mientras
yo tranquilo, con un seguramente amable rictus mortis, pareciera sonreír,
acostado, de traje y corbata y por supuesto mi respectivo rosario en las manos.
El
ser escritor implica muchas cosas a veces inexplicables, si realmente somos
sinceros, porque ante la pregunta: ¿Por qué eres un escritor? Yo mismo he
inventado muchas respuestas, que yo sé que no son ciertas, pero algo tengo que
decir frente a esa cámara de televisión que me espera.
“Escribo
porque es un acto de comunicación”, “escribo para drenar mis inquietudes”, “escribo
por vocación”, “escribo para darle otro ángulo de pensamiento al mundo en que
vivo”
¡Pamplinas!,
dijera Cortázar.
Escribimos,
porque tenemos otra vida. Escribimos, porque le conseguimos un cuento, una
novela, una historia a cada pequeño y sencillo evento.
Nadie
sabe porque escribe, porque los que piensan hacer dinero con esto, me temo que
hay vías más fáciles. El que quiera ser famoso con esto, mejor es que se haga stripper
del bar de mala muerte prenombrado y así podría seguirme paseando por
respuestas que todos sabemos no son ciertas. En realidad los escritores somos
una suerte de cineastas mentales, que nos imaginamos, esa gran producción y la
hemos aprendido a poner en las veintiocho letras del código, sí, eso somos, ¡individuos
extraños! Somos los que guiamos el sueño de la literatura, como lo dijera
Borges.
Pero
no todo es malo. Somos grandes conversadores, porque como para escribir,
debemos leer, nos nutrimos con otros autores para escupir lo aprendido en la cara
de los colegas en el bar de mala muerte.
Si,
nuestras reuniones son encantadoras, porque nadie sabe porque está allí, nadie
sabe porque escribe, nadie sabe nada, excepto que podría pasar por la
vergonzosa situación de morir en un bar de mala muerte.
Como toda muerte es mala, pero los bares son buenos para libar, conversar y hasta conquistar con el pensamiento alicorado lo imposible; no puede haber bares de mala muerte, quizas bares de final feliz o como diria un gringo happy ending.
ReplyDeleteEscribir es una maldición que salva. Es una maldición porque obliga y arrastra, como un vicio penoso del cual es imposible librarse. Y es una salvación porque salva el día que se vive y que nunca se entiende a menos que se escriba.(Clarice Lispector, dixit)
ReplyDelete