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Saturday, June 16, 2012

ESCRIBEME COSAS BONITAS

ESCRÍBEME COSAS BONITAS Sólo un día a la vez podemos vivir. El tiempo pasa lentamente cuando se le contempla y el ayer sirve para enmendar los errores y fortalecer el presente. Cincuenta y nueve libros, son muchas letras, mucha tinta, mucho papel y pensamiento, mucha idea y técnica, mucha inspiración y amor, porque algunos han escrito de odios, pero son lo menos y disfrazan sus resquemores bajo el camuflaje de la desesperanza o tal vez de la absurda justificación humana. “Mi lucha” de Adolf Hitler, es uno de ellos y paradójicamente es el libro mas vendido después de la Santa Biblia y está lleno del desamor y de la paradoja, de la justificación y del desarraigo, pero al leer la biblia sobre todo en sus salmos, podemos sacar conclusiones crecedoras que nos muestran la otra cara. Alex estaba con sus ochenta y tantos anos, de pie esperándonos, con su gorra de veterano de la guerra de Corea y sus brazos cruzados que mostraban en el antebrazo izquierdo, ese tatuaje alfanumérico con el que se marcaba a los moribundos judíos en los campos de concentración. Su inglés tenía un extraño acento y ya de baja estatura por los anos fue creciendo frente a mí un inmenso hombre de bien que no solo desechó los odios, sino que aprendió sobre la dignidad y la ayuda a los demás. Perdió todo y a todos en el holocausto, excepto la cordura de sus catorce anos y desayunó por meses un agua de avena y almorzó cada dos días una sopa de agua y nunca se bañó en cautiverio y pasaba hasta tres horas en formación a la intemperie diariamente, con veinte o treinta grados centígrados bajo cero, descalzo y con esa suerte de pijama a rayas que le identificaba como un muerto en vida. La primera vez que vió a un hombre negro fue en 1945, a bordo de un tanque de guerra norteamericano Sherman y este le dió de beber y de comer, le cuidó y al fin de cuentas le salvó la vida. Dando la misma conferencia en Atlanta Georgia, en el público estaba el, el negro, ya anciano pero tan sano como su espíritu y desde esa época y luego de haberlo conseguido, le visita cada vez que puede. El museo del Holocausto en Miami, fue hecho para eso, para llenarlo de estas bellas historias que enaltecen al humano y una inmensa mano abierta al cielo y rodeada de esculturas humanas disímiles, poseen una sola cosa en común. Todas tienen caras de dolor. Mi Padre escribió cincuenta y ocho libros en vida y la familia publicó su quincuagésimo noveno, después de su fallecimiento y en todos consigo, bellas historias y fue un escritor del bien y su obra permanece. Creo que murió muy joven y yo estoy muy viejo y tan solo me gustaría conversar largo otra vez. ¡Ha! ¡Porque nunca conocí a un conversador de su talla! ¡Eso lo aseguro!, pero en la intimidad del pensamiento y conociendo su inmenso talento y sensibilidad, le pediría el día de los Padres, que me escribiera algo bonito.

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