UN PAÍS SIN
ALMA
Me
contrataron para aquel programa especial de ética para los oficiales de la policía
del Estado Carabobo y en mi primera clase, saqué de la cintura mi pistola gran
potencia de 9 milímetros, la puse sobre el escritorio y pregunte a mis alumnos:
¿Por qué, sabiendo disparar, sabiendo cómo se hace, conociendo la trampa y sin ninguna
policía que pueda meternos presos, no nos ponemos de acuerdo, asaltamos varios
bancos y nos repartimos el botín?
La
cara de todos era de desaprobación y les dije: quítenme esa cara, porque más de
uno de Ustedes lo ha pensado, de hecho, la psiquis del policía está dividida
por una delgada línea, por una difuminada frontera de la del ladrón o ¿es que
acaso a Blanco no lo metieron preso ayer?
Algunos
no sabían lo del Comisario Blanco y comenzó un murmullo general.
Hice
buenos amigos entre ellos y creo que entre todos hicimos un buen trabajo y les
conocí muy bien.
Con
asombro, estimando las cuatro de la madrugada, cuando me disponía a arreglar
los papeles de la investigación que he hecho para mí más reciente novela, me
llegó de uno de ellos, una foto inédita de los más de sesenta cadáveres de
presos, quienes murieron por asfixia, otros tiroteados en una cárcel en su
Cuartel General que se supone no debía tener más de cuarenta reclusos, pero
este número estaba sobradamente duplicado en el país de la inopia, del hambre y
la injusticia.
Todos
acostados y desnudos con ese inconfundible rictus mortis en uno de los pasillos
que caminé junto a mis alumnos.
A
veces, debo confesar con pena, que he perdido la fe. A los curas también les ha
pasado, inclusive a una Santa como la Madre Teresa de Calcuta, que era
venezolana por naturalización, pero siempre recibo un contundente mensaje que
me hace entrar al redil.
Realmente,
ahora, antes del amanecer, me está pasando, he perdido la fe en este país sin alma, este país
que sufre no de la maldad de sus gobernantes, sino como bien lo dijo el nuncio,
esto es un problema del maligno, de satanás, del corrupto, es la lucha del bien
contra el mal, es la escasez del sentido ciudadano, del sentido de humanidad,
es la loa a la más alta maldad y al desprecio por la vida y la paz.
Como
si se tratara de conchas de ajo, en los medios de Venezuela, nada se ha reseñado,
porque parece que lo mejor es olvidarlo.
No
pondré la foto, para no regar más basura en la psiquis de Ustedes mis lectores.
Realmente no hace falta verla para entender lo que ahora escribo.
En
alguna parte, por algún resquicio, entró el diablo a divertirse y a torcer todo
lo bueno de un país ahora poseso por él.
Yo
solo seguiré orando, seguiré buscando, el alma perdida de Venezuela.
Paz
a las almas de estas víctimas de un sistema absurdo que maltrata por igual a
buenos y malos.
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