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Monday, April 2, 2018

SUSURRANDO LUJURIAS


SUSURRANDO LUJURIAS

            Debo confesar que me encontraba en modo conversación, en modo paz y amor, en modo descanso, porque venía de escribir más de dos mil quinientas palabras de mi novela. Fui al bar porque también tenía más de ocho horas que no hablaba con un humano. Me acompañaban Eddy Y Pedraza. Me reía,  saboreaba un Merlot y ya había ordenado una tortilla vasca y estaba de pie y mis dos amigos sentados. De repente, alguien me tocó en la espalda y cuando voltee era una amable señora, mayor que yo, que ya es decir mucho. El volumen de la música impedía que la escuchara y acerque mi oído derecho a su boca y me preguntó: ¿Usted quiere bailar conmigo?

            Infiero que por caballerosidad decidí atender a la dama. Ella no había terminado de decirlo cuando ya me encontraba camino a la pista de baile, como debe ser un caballero. Habían dos cosas: el natural flirteo y la burla de Eddy quien desde lejos me veían con cierta lástima.  Una pieza y una segunda y la invité para llevarla a su mesa, no sin antes susurrar a su oído que fue un grato placer sudar con ella y ¡allí nos jodimos!

            Ese es el problema de haber sido bandido, nunca se olvida, no importa quien sea, siempre lo haremos y no perderemos chance de volver a entrenarnos, pero es muy sabroso, porque al final son nuestras propias damas quienes disfrutan de esa práctica.

            Yo tengo muchas amigas queridas, tengo también muchas enemigas queridas, ¡nadie es perfecto! y a todas por igual (las amigas, pero sobre todo a las enemigas) les he susurrado lujurias, aunque confieso con mi mano sobre la biblia, que duermo con una sola.

            Esa práctica de la seducción, que con frecuencia se transforma en una bella opción terapéutica que nos enseña que lo que era verdad en la juventud, en el atardecer no es cierto y que todo ha cambiado, nos permite mantenernos al día con la metodología correcta que logre mover dendritas cerebrales femeninas.

            A las discotecas y su exponenciado volumen, van a verse los muchachos y yo como no soy tan agraciado ni tan muchacho necesito que me dejen hablar, esa es mi ventaja competitiva, esa es mi arma secreta y por ello practico la sana costumbre de susurrar lujurias, pero solo con las damas correctas, solo con mi dama a quien enamoro con basamento literario, a ella, a Doris, la dueña de los susurros, creo que estuvo asustada, disgustada y angustiada hasta esta línea donde aclaro que mujeres hay muchas, pero que solo a ella pretendo, sobrevuelo, lisonjeo, masajeo su psiquis con citas de otros autores más expertos que este escritor taciturno, iconoclasta, sublevado de las formas y ausente de toda vanidad que no sean las letras, de las cuales toda dama sin excepción debe cuidarse, antes de que algún individuo dado al abecedario y la métrica de Benedetti, pueda susurrarle lujurias, que le cambien la vida por siempre.

                                                                                                                    

 

1 comment:

  1. Si hay espacio de maniobra,y si es en la mar, solo queda su experticia marinera.

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