HABLEMOS DE
COSAS ALEGRES
Una
persona citadina, evacua en promedio unos 250 gramos de excrementos, mientras
que un indio de la Amazonía podrá hacer unos dos kilogramos, por dos razones
contundentes: la primera es el hecho de procrastinar las evacuaciones por estar
en una reunión, en el tráfico, en el trabajo cuyo baño no tiene por qué estar aseado
a su gusto y la segunda es una mala dieta y poco ejercicio, mientras que los indígenas
caminan sobre su excusado, comen mucha fibra, no tienen carro, deben subir a
los árboles, deben correr o enfrentar a sus enemigos y no conocen el tráfico,
si poseen stress es de un estilo más sano, no creo que se depriman, se bañan
muchas veces ¿lo sabían? Y podría seguir diciendo cosas a su favor.
Hace
poco tiempo invité a mi hijo al cine y había leído algunas cosas con respecto a
aprender a engañar a nuestro cerebro, si, a engañarlo para que piense y actúe
con absoluta felicidad y le dije: escoge una palabra que sea la clave para
cuando comience a quejarme de cualquier cosa me alertes y delante nuestro había
un vehículo marca Toyota Prius y esa fue la palabra “prius”
El
tráfico está infernal: me dijo prius.
¿Ya
chequeaste cual película vamos a ver?, porque sería del carajo llegar al cine después
de una hora y que haya comenzado: y me volvió a decir prius.
Y
entre conversación y conversación, con el tenor correcto, sin quejas, sin
rabias, sin posiciones, de repente le dije: he tomado mucha agua y tengo ganas
de orinar y ¿saben que me dijo?, pues, me dijo prius a lo que contesté de mala
manera: ¿carajo; y tampoco puedo tener ganas de orinar? Y me volvió a decir
prius. Papá no te puedo ayudar, si quieres párate en una bomba de gasolina y
orinas, pero yo no lo puedo hacer por ti, de manera que deja de quejarte.
Ese
elemental ejercicio, hizo perfectamente su trabajo en ambos. Él, mi hijo porque
estaba pendiente y yo porque dejé de quejarme por cosas que todos hacemos como
si de una evacuación se tratara, una evacuación postergada por una absurda
reunión.
Cada
vez que me levanto para ir a mi trabajo, prepararme el desayuno, bañarme, el
café, el maletín, la ropa, la afeitada, los zapatos que no consigo en la
oscuridad y dejar el fregadero limpio, podría fácilmente ser el motivo para una
maldición, para ponerme de mal humor, para quejarme de la almohada, del frío,
del calor, ¿Qué importa?
Hablemos
solo de cosas alegres y ya verán los resultados, porque hasta la muerte, podría
constituirse en un evento alegre, ¡porque es inevitable!, porque podremos
recordar al difunto en sus chanzas y en la alegría que nos prodigó.
Cuando
me atacan, me alegro, porque es un indicio de que voy bien. Cuando me dicen
arrogante, voy mejor y cuando me acusan de falto de humildad, allí si debemos
revisarlo, pero es que estoy persuadido de que no estoy en este mundo para
parecer quienes los demás quieren que yo parezca, sino para ¡hablar, solo de
cosas alegres!
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