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Sunday, January 12, 2025

LA SEÑORITA EGLEE

 

LA SEÑORITA EGLEE

Probablemente sea cuestión de mi avanzada edad, pero los años y las bendiciones siempre funcionan para algo bueno, se lo contaba a Mike ayer, esto de tener más de seis décadas nos afina la pupila zahorí, ayuda a conseguir esos manantiales subterráneos, pero paremos ya, porque suena todo esto un poco cursi y de alguna forma lo es por lo que paso a narrarles con agradecimiento.







Estaba en mi cuarto grado de primaria en el colegio Santa Gema, que lleva ese nombre por Gema Galgani que nació en Camigliano, cerca de Luca Italia el 12 de marzo de 1878 y tenía casi los mismos veinte años de la señorita Eglee cuando la atacó, a la santa, una enfermedad para entonces incurable: tuberculosis de la medula espinal de acuerdo a lo que señala mi viejo libro sobre la vida de los santos.

A lo que vamos, que el tiempo pasa y con él mi recuerdo, porque Eglee era la maestra más dulce y amable, ya era una persona adulta de unos veinte años, como antes lo dije y continúo enamorado de ella y cuando hablo de enamorado es porque sentía o, mejor dicho, siento amor, ¿y como no sentirlo? Si es que ella, sus gentilezas, su vocación y su belleza me formaron.

Hace dos días hablé con ella, con la Señorita Eglee y para mí fue un momento muy feliz, porque los buenos maestros siempre viven en el corazón, la mente, los recuerdos, el cariño, el aprecio de sus ancianos alumnos como es mi caso.



La señorita Eglee se reía muy bonito, mientras nos explicaba biología, ciencias de la tierra o una mejor y mucho más necesaria en estos tiempos de barbarie: Urbanidad y buenos modales que llamaban formación moral y cívica, recuerdo la caratula del libro, recuerdo mi pupitre cercano a la ventana que lindaba al patio de mi bello colegio y me estoy pasando con la palabra bello: bella Eglee, bello el colegio, bella la iglesia, bellos los padres pasionistas que nos formaron, bella la infancia en su totalidad, llena de futuro, llena de concordia y del orgullo de ser venezolano, católico y buenas personas.

La sigo admirando y amando, en ese orden y con el entendimiento inteligente de su esposo y mi esposa, porque es otro amor, es otra cosa, es otro premio este de ser su alumno y como lo dijera Lord Byron: ‘’El amor es una claridad del cielo, una centella del fuego inmortal…’’ eso es lo que sentíamos sus alumnos por la señorita Eglee. Si, hacen dos días, hablé con ella y mi infancia se abarluó amable en los recuerdos.

Gracias, maestra querida, lograste inspirarnos.

 

www.juradogrupoeditorial.com

 



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