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Friday, April 3, 2015

NAVEGANDO A VELA


NAVEGANDO A VELA

                El día amaneció como una postal pintada por Monet. El viento del este a once nudos y desde hace años quería hacerlo.
 

                Después del desayuno, de escribir en la madrugada, de tomar café y pensar viendo el mayor milagro de Dios, me decidí ir a la marina y le alquilé. Saliendo de la baja playa, creo que no tenía aun un pie de profundidad, baje las palas dobles de timón, ajuste la mayor y pareciera que había acelerado un Mercedez Benz serie 300. La vela se inflamó a todo dar y tomé rumbo sur hacia Elliot Key y me di cuenta que había conseguido una historia en este pozo seco de la inspiración que con frecuencia inaudita me ataca y me deja sediento.

                La sensación de libertad es inenarrable, el agua llega con frecuencia a salpicar en la cara y el Catamarán se escora a favor del viento, deriva y abate con la facilidad de una hoja que cae en otoño. Esta primavera Floridana que parece más bien un verano Bostoniano, se me parece, se me acerca y me enamora. La mar estaba bravía y las sumas de vectores nos saludan para avanzar mas allá de lo que imaginamos y de sorpresa en pocos minutos estaba en lo que yo calculo a unas cinco millas de tierra. A lo lejos logré divisar el Palacio de Vizcaya y por referencia terrestre, sé que a su estribor está la Ermita de la Caridad del Cobre, la Iglesia donde he orado a la Virgen mas parecida a nuestra patrona “La Virgen del Valle del Espíritu Santo”
 

                Hice una vuelta por redondo y puse mi popa al viento, largue toda la escota y la vela de abrió por estribor, permitiéndome ir con el viento hacia el santo lugar donde llegué a tan solo cincuenta yardas a observar a los feligreses, a muchos de ellos que buscan lo que todos.

                El sol quemaba la piel y la marinera embarcación se encabritaba como un caballo por domar. La mar, ella acostada cual larga es y yo, solo la sal y mi pensamiento, únicamente interrumpido por el radio VHF marítimo y las conversaciones de los marinos. Al orzar sentía su fuerza y mi pequeñez  en un planeta que nunca deja de asombrarme y recordé mis años a bordo, ese pasado que me pertenece y que ahora recuerdo sin muchas ganas, porque el presente y el futuro son mejores y con mayores esperanzas y anhelos.

                Navegar a vela en la bahía de Biscayne es un privilegio dado a pocos y con humildad, con la misma que me recuerdan los inmensos espacios de la mar, me siento honrado de la libertad que poseo, al haberme sublevado contra la barbarie atroz que ahoga a mi país natal.

                Solo comparable con volar un planeador es la sensación de escandaloso silencio que permite la fuerza de Eolo, a los que sabemos interpretar sus mandatos como dioses pluriteistas que son, desde la monotesis de la Cristiandad en esta Semana Santa que marca el sacrificio de Cristo.  ¡Navegar a vela, es un privilegio!

 

1 comment:

  1. La envidia definitivamente no es sana, pero aunqu sea un barbarismo siento "envidia sana". Un abrazo.

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