EL ESPOSO DE
ELLA
Llegamos al
sitio y saludé con amabilidad a unas cinco señoras que estaban sentadas en la
mesa más cercana a donde mi esposa daría su conferencia sobre nefrología, que es
su especialidad médica, hablaría también sobre su excelente obra titulada: "De
mi riñón aprendí" y aunque ella no ejerce la medicina aquí, pues, es
totalmente lógico, que luego de tantos años ejerciendo esa difícil especialidad
con rotundo éxito, una reunión de adultos mayores esté interesados en
escucharla.
Esas cosas que se sienten, volteé a ver y estaba una venerable señora mirándome con ojos un poco libidinosos y su cara de interrogante la leí inmediatamente: ¿Quién será este joven que no es del grupo?, sí, porque con mis más de seis décadas, era joven en el encantador grupo.
Doris pasó con maestría a "Los siete pecados capitales" que, por ignorancia, por flojera, por lenidad o descuido, cometemos contra nuestros riñones, también tocó el síndrome cardiorenal, la ingesta de agua y en ese momento la señora de al lado, con acento colombiano, me dice:
- ¿Y usted quién es? -Y yo en baja voz señalé a Doris: - el esposo
de ella.
- ¿Y usted solo toma agua, como dice
la doctora?
-Si, solo agua, pero le pongo whisky.
Doris continuaba su cátedra que tenía a todo el público cautivado, todos preparaban el arsenal de preguntas desde sus propios diagnósticos seguramente. Habló del capítulo "Franqueza Cruel" como aquella canción que interpretaba el ya desaparecido Cheo Feliciano y que trata una de las cosas más importantes para los efectos de la hombría, me refiero a los problemas de erección. Allí sentí la mirada de mi vecina, la colombiana quien me sonreía con picardía, no sé si por lo de la erección o lo del whisky.
Al abrir el periodo de preguntas, mi
Doris se lució y yo quería que todos supieran que yo era el esposo de ella. Una
elegante señora, antes de su pregunta le elogiò por su cabello a lo que yo
agregué con maldad: "yo soy quién se lo seca" y ya nadie tenía dudas que la
doctora había venido con su peluquero.
Miami Dade College nos atendió estupendamente, Marilyn del Orbe nos honró con esa formidable invitación para ayudar, mi Doris se creció frente a un público culto y encantador y yo sentado entre las señoras que pensaban que era el peluquero, tan solo, antes de retirarnos y para eliminar toda duda, dije: "Yo soy el esposo de ella" y no sé porqué todas se rieron.
Gracias Marilyn,
por tanta gentileza.