EL AVIÓN CAYENDO
Sentado
cómodamente en su butaca, que dada hacia atrás le resultaba aún más placentera,
aquella pequeña almohadilla blanca y blanda de la que fue dotado por el
sobrecargo y la cobija azul que le aislaba del frío del aire acondicionado.
Volando
a lo que él creía, de acuerdo a lo reportado por el Capitán, unos treinta y
cinco mil pies, sobre el desconocido y oscuro Océano, el silencio y la media
luz, le hicieron entrar en un profundo sueno amable, tranquilo, placentero.
Él
nunca supo cuánto tiempo durmió, así pasa cuando descansamos realmente,
perdemos toda noción del tiempo y el espacio y de repente, de la manera más
abrupta y abusadora en la que se le puede despertar a una persona de bien, algo
comenzó a moverse, a temblar y no se dejaron esperar los gritos de los otros.
Se incorporó inmediatamente y se dio cuenta que la puerta de la cabina del
piloto, que normalmente se le da, desde la tragedia del once de Septiembre, un tratamiento
de caja fuerte, estaba abierta y batía de acuerdo a como el avión se movía.
Aclaró sus ojos dormitados, afinó sus pupilas para ver mejor y se percató que
no había nadie dentro. El avión volaba sin pilotos ni tripulación y su corazón comenzó
desorbitado a latir de la manera más intensa que jamás lo había hecho.
Se
aproximó a la puerta, el ambiente seguía a media luz y un inmenso tablero de pequeñas
luces indicadoras titilaba, una alarma sonora pi…pi…pi aturdía. Vio por el parabrisas
y todo era una inmensa e insalvable oscuridad y el pánico se apoderó de él, le
paralizó, le disminuyó y entendió que la muerte estaba cerca, mientras los
otros gritaban y se sentían las gravedades en el horripilante descenso.
Corrió
hacia la parte de atrás, entre las dos filas de asientos y a mitad de camino se
detuvo, por no saber que buscaba. Se escuchaban las plegarias, oraciones y
maldiciones. La desesperación se había apoderado de todo el avión y todo por ¿no tener pilotos?... ¡Que importantes son los
pilotos! Pensó, ¡nos salvarían la vida!
Intentó
preguntar a gritos, si entre los pasajeros había algún piloto y no pudo y
desistió, porque de haberlo ya habría tomado el control del desastre.
Estábamos
todos plácidamente dormidos, en nuestras butacas, con la almohada blanca y
arropados en la comodidad de la democracia y el bienestar y el avión volaba
seguro al destino que todos queríamos y por el que habíamos pagado y el nuevo
piloto, con confianza, con un buen discurso, nos aseguró, que el viaje sería
normal y confiaron algunos en él y le dejaron manejar el avión y al despertar
entendieron que no era piloto, pero que le gustaba la aviación (que son dos
cosas muy distintas) mientras tanto, el avión va cayendo y el piloto huyó, las
azafatas desaparecieron, el sobrecargo creo que está escondido y las oraciones
funcionan pero no tan rápido. Es lamentable que este gran aparato se destruya
porque el piloto es un traidor, pero verdad, ¡él no era piloto! ¡Fue un improvisado!
¡Qué bueno!
ReplyDeleteA buen entendedor...
¿Y...Dónde está el piloto?
ReplyDelete¿Y...Dónde está el piloto?
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