LAS CAMPANAS DOBLAN POR TI
Me
preguntó Santiago, si me gustaba leer y por única respuesta acudí a Jorge Luis
Borges, cuando dijo que la lectura es otra vida pero guiada, continúe diciendo
que leo por necesidad, que lo hago ya por hábito, que un día sin leer está indefectiblemente
perdido y él no sé si por halagarme, lo único que atinó a decir fue: ¡se te
nota! Y realmente aún no sé qué es lo que se me nota, si mis inmensas lagunas
intelectuales o mi afición por la lectura.
Confieso,
so pena de ser excomulgado, que me he convertido en un sacrílego de libros
buenos. Los subrayo, pongo notas a pie de página, mi viejo y manoseado
diccionario duerme en mi mesa de noche para sacarme de las dudas etimológicas
que también aclaro con mala letra cuando el sueño me ataca y todo eso lo hago
con un marcado egoísmo racional, para volver a leer los mismos libros tiempo después
y darme cuenta de mis prenombradas lagunas. Es una suerte de competencia donde
nadie excepto yo, ganará y por eso me gusta, porque no compito, porque no me
atormento, porque al fin, para ser escritor se debe ser un lector y vivo con
esa inmensa sensación de estar muy lejos de lograr ambos.
Dice
Juan Villoro, excepcional prologuista de Hemingway en su obra “Por quien doblan
las campanas” lo siguiente: “…es la novela que le dio a Hemingway lo mejor y lo
peor que puede recibir alguien con mentalidad de atleta: un triunfo insuperable”
La
volví a leer ayer y me posé en cada letra de sus 619 páginas mágicas, leí mis
viejas notas y medité regodeándome en los parajes tupidos de bosques de pinos
de aquella región montañosa española en la época de la terrible y sangrienta
guerra civil. Estuve en el amanecer con Robert Jordan bajo el puente que ambos
volamos y las esquirlas también pasaron por encima de mi cabeza cuando nos
tiramos en la zanja y descubrí los peligros y también la camaradería de los
combatientes, pero también amé a María y su cabeza rapada y la consolé y la
acaricié.
Por
quién doblan las campanas es un excepcional texto que acabó hoy conmigo, cuando
lo cerré a las 2 y 37 minutos de la madrugada de acuerdo a mi reloj despertador
que no usé porque amaneció en domingo. Lo volví a leer, volví a imaginar y es
que conseguir una buena obra es un deleite solo dado a los aburridos como yo,
pero cuando se lee por segunda vez, las sensaciones son más intensas y más
esotéricas, místicas, sobrenaturales, en fin, son más sentidas y agradables.
“Nadie
es una isla, completo en sí mismo, cada hombre es un pedazo del Continente…; la
muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad; y,
por consiguiente, nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas, doblan
por ti”
John Donne
Spectacular!!!!!!!
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