UNA
DEFUNCIÓN ERECTÍL
Era
un jueves en la tarde y cocinaba al aire libre en el Tiky de la piscina un
corte carne argentino, mientras
conversábamos con un famoso escritor y editor cubano, de inteligente humor y
mejor pluma, quien acompañado de su Señora, hacíamos del atardecer la jornada perfecta.
Llegó
mi elegante y también famosa vecina y junto a su esposo se unieron al grupo cuya grata conversación
hacía crecer esa ecotimia positiva solo dada a personas inteligentes y nos
invitó a su obra de teatro.
Yo
hubiese ido de cualquier manera, creo que el teatro nos brinda situaciones que
ni el cine ni la televisión jamás superarán. Ese contacto con el artista, ese
ambiente de íntimo crecimiento.
Mimí
Lazo y yo, escudriñamos en esa conversación en la piscina, el árbol genealógico
y llegamos a la conclusión de ser familia en algún siglo pasado.
En
el teatro Trail de Miami se presentó anoche y nos paseó por esas relaciones
matrimoniales propias de un país en decadencia. Exponenció aquellos parajes,
intríngulis y comportamientos propios de la convivencia y del matrimonio en una
sociedad que intenta tapar la infelicidad sin mucho éxito. Esas mujeres
compitiendo permanentemente por parecerse a la amante de su marido a manera de
que él- el marido- la prefiera a ella y la verdad es que me divertí mucho,
entendí algunas cosas evidentes, pude ver con claridad y con mucho humor esa
absurda manera de ser infeliz a propósito, esa manera de ocultar lo que a flor
de agua se encuentra, esa fiesta de matrimonio suntuosa que bautiza el comienzo
del fin, esa sociedad caraqueña fatua y turbia.
Ella
se casó con el gordo, envejeció con él. Entre peripecias propias de un
investigador privado le descubrió y se hizo la loca para evitar el desastre,
porque todo esto se trata de “hasta que la muerte los separe”
Con
mucho humor habló de esa tragedia y entendí desde mi asiento que existe una
sutil frontera entre el dolor y el placer y el gordo seguía en sus tropelías y
ella- la esposa- ocultaba su infelicidad y su soledad.
El
prozac para la permanente depresión, la amiga absurda y consejera, la madre
dictatorial que obligaba al silencio y a entender que las cosas son así y el
gordo quien ahora maduro coqueteaba con esa chica de la edad de su hija, abrían
ese hueco donde me vi reflejado entre risas, en mi vida y en mi anterior matrimonio
y no culpo a nadie, es esa sociedad de la Venezuela actual que empuja a
entender lo que no se puede. Es esa pulsión incontrolable a parecerse a los
otros y a cumplir con requisitos inaceptables en otras latitudes. Es esa amante
obligatoria para calificar en los niveles de aceptación de los demás.
Cuando
le anuncia el gordo la inevitable separación a sus pasados cincuenta años, Mimí
habló de sus defectos y de su ridiculez y pensó, pero no se lo dijo por
respeto, sobre su defunción eréctil hace más tiempo del que se puede aguantar,
porque no es lo mismo disfunción que defunción y porque una relación es para
disfrutarla y no para sufrirla.
Me
divertí mucho en esta obra titulada “A MI GORDO NO ME LO QUITA NADIE”, escrita por su esposo Luis Fernández y
dirigida por Elba Escobar.
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